Son todos iguales, son corruptos, solo buscan su propio interés y lucro personal y la de sus familiares o amigos. Son algunas de las muchas expresiones utilizadas por miles de ciudadanos cuando se  refieren a la clase política en general. No es nada nuevo a pesar de que incluso han surgido y surgirán otras formaciones políticas que pretenden luchar contra los privilegios de los servidores públicos y demostrar que hay otras maneras de gobernar. No podemos olvidarnos que los políticos son un claro reflejo de la propia sociedad.

Trabajadores, empresarios, especuladores, evasores fiscales, inversores, pensionistas, estudiantes y ciudadanos en general, formamos parte de la sociedad.

Unos aplauden el sistema social y económico instaurado, como si fuese un dogma de fe, y una buena parte de la misma aboga por un cambio, cuyo motor sea la propia base de una pirámide desequilibrada, donde el poderoso tiene cada vez más influencia económica y social  y al humilde le cuesta sobrevivir.

No tendríamos que creer en salvadores de la patria ni que un presidente o equipo de gobierno pueda cambiar ciertas cosas.

La transformación tiene que partir de la propia sociedad civil a través de los movimientos sociales y plataformas vecinales al ser, en estos colectivos, donde se sufren o disfrutan las consecuencias de las medidas que adoptan los gobernantes. Una gran parte de la sociedad ya forma parte de esa mayoría silenciosa que asume, como algo normal e inevitable, situaciones injustas por temor al poder político y económico que les pueden llevar a formar parte de la “casta de los parias de la exclusión social”