Esta historia es la precuela de las que vamos a comenzar a ver. No es original. Es un calco de las de otros países. La atrocidad que les narro son hechos reales, probados, juzgados y condenados. Jonathan Robaina Santana asesinó, el 4 de junio de 2018, en Betancuria (Fuerteventura) a su prima Vanesa Santana destrozándole la cabeza a martillazos, 30 en total, para sodomizarla agonizando y eyacular finalmente sobre ella. Adujo un arrebato irreflexivo pero las pruebas demostraron premeditación, alevosía y nocturnidad. Aprovechó la ausencia de los padres de la joven, para colarse en la casa con unas llaves que les había robado previamente. Llevó guantes para no dejar huellas, además de cuerdas, dos navajas y el martillo. Tras perpetrar su crimen le dio la vuelta al colchón ensangrentado para ocultar las manchas y la ropa ensangrentada la metió en una bolsa y la tiró en una casa deshabitada. Tenía antecedentes de acoso a otras mujeres y se le incautaron diez teléfonos móviles diferentes que utilizaba para tal fin. En suma, un violador asesino.
Llegado el juicio arguyó, aunque hasta el momento no había habido ningún antecedente en tal sentido, que se sentía y por tanto era una mujer, pasando a llamarse Lorena. Con ello pretendía que se rebajara en 15 años la condena eliminando el delito de agresión sexual, que negaba haber cometido. No le sirvió. Jonathan, ahora Lorena, fue condenado a 42 años de prisión, que el Supremo recientemente ha confirmado en sus elementos esenciales, dejando la pena en 40 en total. Actualmente Jonathan/Lorena está en la cárcel, pero la noticia ahora es que estudia la posibilidad y “tiene la intención” de solicitar su traslado, de la prisión masculina en la que se encuentra, a otra para mujeres. Instituciones Penitenciarias no ha querido proporcionar datos al respecto, ni tampoco del número de transgéneros ahora presos ni si hay algunos que lo estén ya en prisiones femeninas. Sí han aflorado algunos en Inglaterra. Allí hay 60 transgéneros encarcelados por crímenes sexuales, 25 de los cuales en cárceles de mujeres. Uno de ellos, antes Esthepen Wood reo de la violación de 3 mujeres, ahora convertido en Karen White, lo aprovechó para seguir violando en la cárcel a otras tantas reclusas más. Casos como este han proliferado también ya en Estados Unidos. Los riesgos para la seguridad e integridad de las mujeres más evidentes no pueden ser.
Son hechos. Como lo son también, aunque no tan atroces ni dramáticos, el que hombres que se “autodeterminan” mujeres, pero biológicamente son y mantienen sexo y atributos fisiológicos masculinos, compitan en deportes en categoría femenina. Ha sido sonado un caso, también en EE.UU, en natación donde las mujeres competidoras han sido barridas por un transgénero. Si ello se “normaliza y legaliza”, ni siquiera es necesario calificar lo que va a suceder. Y habrá que añadir que la crítica quede prohibida y sus autores castigados y enviados a las hogueras inquisitoriales del nuevo orden transgenérico. O sea, que ya no se pueda ni mentar algo tan simple, decisivo y determinante como la biología, la Ciencia de la Vida y el hecho biológico. Por encima, cabalgan desbocados el delirio, la abducción ideológica y la secta doctrinal. La consecuencia no puede ser otra que la pesadilla. En ella nos tienen ya metidos a una inmensa mayoría, aunque no queramos entrar. Ellos son la Verdad y la Bondad, absolutas y de obligado cumplimiento, además.