Es la hora de Sánchez. Pista para el artista, del que sabemos más bien poco en relación con las dos exigencias del independentismo catalán canjeables por el sí a su investidura.
De momento, estamos pendientes de que, una vez terminada la ronda de consultas del Rey con los jefes de fila con representación parlamentaria, la presidenta del Congreso anuncie la fecha de la sesión. Apuesten a la del martes 17 de octubre, que no interfiere en la celebración de la Fiesta Nacional (12 de octubre) ni en el solemne abrazo constitucional de la heredera de la Corona, princesa Leonor (31 octubre).
El candidato Sánchez pasará este martes por Zarzuela, donde recibirá el encargo de presentar su programa político al Congreso e intentar obtener su confianza para seguir en la Moncloa. Depende de los números. Si no hago mal las cuentas, hoy por hoy el presidente en funciones solo cuenta el voto favorable de 164 diputados.
Veamos. De los 178 votos contrarios a Feijóo en la fallida investidura del líder del PP no tiene garantizados los 14 escaños del independentismo catalán. Las negociaciones siguen abiertas y los dirigentes de ERC y Junts dicen que el no a Feijóo no es un “si” a Sánchez. O decían, pues en su más reciente aparición Puigdemont evitó vincular la exigencia del referéndum con su eventual apoyo a Sánchez en la investidura.
Este último matiz encaja más en las declaraciones públicas de Sánchez anunciando que llegará a un acuerdo con los independentistas para formar un Gobierno progresista (valga la contradicción, añade el comentarista) y que no habrá repetición electoral.
Tan contundente afirmación nos remite a la doble exigencia de canjear el “no” a Feijóo por un “sí” a Sánchez: amnistía para los líderes del “proces” y referéndum para saber si los catalanes quieren dejar de ser españoles y fundar un Estado propio. Las dos hieren gravemente la sensibilidad de la opinión pública, las instituciones y los militantes socialistas, entre los que la pasión por la igualdad de las personas y de los territorios está reñida con las exigencias de fuerzas minoritarias cuya gracia es ser ocasionalmente decisivas en la gobernabilidad.
Si esas exigencias acaban en el BOE, Sánchez no podría salir a la calle. Espero que la riada no llegue tan arriba, al menos en lo que se refiere a la autodeterminación, que es claramente anticonstitucional porque ataca el principio de soberanía nacional única e indivisible.
Y en cuanto a la amnistía, parece que se está fiando el desenlace a la magia de las palabras. A ellas se recurre para encontrar la forma de “desjudicializar” el llamado conflicto catalán, sin que parezca una amnistía, que dejaría en mal lugar al Tribunal Supremo y sería como ciscarse en la obra de la transición.