La tensión se mantiene en el barrio de Palavea donde, durante la madrugada del sábado al domingo se produjo un incendio en el portal del edificio habitado por dos familias okupas. Uno de ellos denunció ante la Guardia Civil primero, y ante la Policía Nacional después, que se trata de una maniobra para intimidarlos y obligarles a marcharse de allí. Estas familias okupas aseguran sentir miedo: “Si no es por los vecinos de enfrente hoy estábamos muertos todos”.
Según la denuncia, el incendio fue provocado por un contenedor de orgánico que alguien arrastró hasta el portal del número 56 de la calle de Palavea para luego prenderle fuego. El incendio se apagó con la colaboración de los vecinos justo antes de que los bomberos hicieran acto de presencia. Se trata, según afirman en la denuncia, de un acto más de entre otros que han sufrido, como lanzamiento de botellas con líquido inflamable o daños en la puerta. Hay que señalar que las familias okupas que viven en este inmueble tienen menores a su cargo y la semana pasada recibieron la visita de los Servicios Sociales, puesto que el Ayuntamiento afirma que está tratando de buscar una solución, al tiempo que ha animado a la Sareb a ejecutar la hipoteca que pesa sobre el inmueble.
Los okupas afirman que sus problemas se limitan a una vecina y su familia, a la que acusan de haberles querido cobrar por vivir allí, pero la interesada niega las acusaciones y también presentó una denuncia por una agresión sufrida por su marido, presuntamente a manos de los okupas.
En todo caso, el conflicto ha perturbado la tranquilidad del barrio, y algunas comunidades quieren aumentar la seguridad, como la del número 30 de esa misma calle, que sufrió recientemente un allanamiento en su garaje comunitario, un incidente que relacionan con okupas.
Silbatos y cacerolas
Mientras tanto, al otro lado de la ría, en Perillo, los afectados por la ocupación de la casa situada en la N-Vi volvieron a celebrar una cacerolada. Los okupas, una familia con menores a su cargo, aseguran que no piensan marcharse hasta que les den un piso de protección oficial y que han denunciado a los manifestantes por hacerles fotos.
Ayer había 30, con silbatos y cacerolas que obligaron a los okupas a meterse dentro de casa. Nuria Fernández, la dueña de la vivienda, asegura que no ha recibido ninguna denuncia y que piensa continuar con las concentraciones: “Paramos una semana y eso les dio alas”. Lo que no está claro es si lo harán solo los lunes o también los jueves.