Novela negra, bebés robados y la burbuja inmobiliaria. Tres ingredientes que Eugenio Fuentes ha sabido combinar en su última obra, “Piedras negras”. Un conflicto emocional que se desenvuelve en 2004, un “año significativo”.
¿Cómo definiría su estilo a la hora de escribir?
Como un estilo de búsqueda de precisión literaria.
¿Qué referentes tiene en el mundo de la novela negra?
Entre los clásico, Raymond Chandler,; pero hay un escritor, de la actualidad, que creo que está por encima del resto, John Banville cuando escribe como Benjamin Black.
Adentrándonos en su nuevo libro. ¿Qué piensa de la trama de los bebés robados?
Es dolorosa y trágica. Ya no es una trama policíaca como tal; fundamentalmente, es el aspecto emotivo que significó para madres y padres la pérdida de un hijo. Fue para mí toda una sorpresa, descubrir que hasta el año 2011, no fue derogada una ley que decía que un bebé recién nacido no tenía condición jurídica, no era nadie ante la ley, si no llevaba más de veinticuatro horas desprendido del seno materno.
¿Y de que los casos puedan prescribir?
Hay determinados hechos que no pueden prescribir, el dolor de una madre que pierde a su hijo nunca prescribe.
¿Qué piensa de la evolución de la novela negra?
A mí me parece que la novela negra es un arma muy útil para contar la realidad, pero no puede ser únicamente eso. Debe tener el mismo status que cualquier otro género y los autores no deben limitarse a ser realistas, la gente no muere solo porque haya una mafia; las personas que nos rodean sufren, sienten pasiones y tienen conflictos por cuestiones emocionales. Incluir esto ha hecho que la novela negra eleve su nivel y haya conseguido el aprecio de los lectores. El público no es un niño pequeño que lee una novela negra para dormir, busca algo más.
El libro habla de una niña que intenta cumplir el encargo que le hizo su abuela de buscar al hijo que le arrebataron nada más dar a luz. ¿Ha basado su historia en un caso real?
No, todo ha sido fruto de la imaginación. Es una novela que no he tenido que ir a buscarla a ningún sitio. Un día me levanté y pensé en unir a Marta y Ricardo. La he escrito disfrutando porque creo que la literatura, por muy trascendente que sea, tiene que entretener al lector.
¿Qué le ha llevado a no seguir la estructura “establecida” de la novela policíaca?
Lo que no puede ser es que en el año 2019, se escriba como Agatha Christie en los años 30, hay que incorporar otros elementos. La novela negra tiene dos ingredientes: el daño y el enigma. Agatha era de enigma, yo he intentado actualizar algunos de esos tópicos que siguen pesando y aplastando a la novela negra.
El contexto social, que envuelve a la novela, es muy significativo. ¿Por qué la burbuja inmobiliaria y no otro contexto?
Yo no he elegido esa fecha, era el plazo de una persona joven que muere 60 años después; historia que había ya comenzado en “Si mañana muero”. Y luego, dentro de esos años, 2004 fue significativo: los atentados de Atocha, la aparición de Facebook la incorporaración de internet en los teléfonos…
Todo esto, ligado al daño que puede hacer el poder. ¿Qué piensa de esto?
Siempre hay gente que sabe manejarse en las turbulencias del poder y otra gente, más indefensa, que no. No se puede caer en culpar al débil por ser débil. De hecho, en el detective Ricardo Cupido, una de las únicas características que tengo claras de él es la herencia de Galdós. El escritor tenía una mirada compasiva sobre la realidad.