Lo que se va a poder ver desde hoy a las 20.00 horas en el Kiosco Alfonso es un sueño cumplido para Jano Muñoz, que pensó estar allí algún día. Ocupando las paredes de un museo que hoy adopta su lenguaje realista para contar su vida y la de muchos otros.
No es una retrospectiva ni una antológica, es lo último aunque lo último abarque diez años. Y es que todas las obras responden a esa forma de hacer que le lleva a retratar el alma de empresarios y políticos, como el que recuerda en María Pita el paso de Javier Losada como alcalde: "Me quedé muy satisfecho y a él le encantó. Se lo presenté en el estudio junto a su mujer. Lo sé, me consta porque eso se nota en la mirada".
Así es que la exposición dispara al alma de Francisco Lariño o Marcelo Castro-Rial. Es paisaje con A Coruña recogida de manera amplia, con un lienzo cedido por Bellas Artes, y en la distancia corta como en el cuadro donde Jano Muñoz homenajeó la heladería que le da uno de los mayores placeres. Sabe a yogur de fresa y chocolate. Es la Colón, que saluda al lado de Shanghai y Nueva York.
Dice el creador que la mayoría son piezas donadas por centros museísticos, fundaciones y particulares que hablan en el idioma del bodegón, que también ocupa una parcela, y del mundo animal.
Sus bichos posan en un espacio donde la reflexión también llama a la puerta en una composición que hizo para Abanca cuando se llamaba Caixanova y que trata la incomunicación actual con una familia: "Están los mayores, los críos y la generación intermedia”. En él, una que peina canas mira hacia abajo y su marido sale del cuadro con los ojos.
De repente, "en una sala aparecen mis niños y un retrato de mi padre". Y hasta Jano se desnuda con un autorretrato, “el más difícil, asegura, porque era casi la primera vez que lo hago porque existe otro pero es más una alegoría. En él, soy un personaje y aquí soy yo". Muñoz se pinta con los ojos cerrados: "Cuando hago retratos, intento ir a su interior y sacarlo", de ahí que el suyo sea un ejercicio de autorreflexión, de "conversar conmigo mismo".
Historias
El resultado encabeza la muestra de 56 historias porque cada una cuenta algo. Él las va sacando a ventilar en su estudio de Ángel Rebollo, al que llega muy temprano como si tuviera horario de oficinista: "Intento mantener una rutina".
Los retratos, dice, son otra cosa, pero siempre les da su tratamiento, dándole cuerda a ese realismo que define como "realidad que vivo" y que plasma, que engorda de historias cercanas, suyas y de los demás: "Es un camino que me ha ido llevando hasta aquí".
Jano Muñoz cree en el conocimiento y en la formación, "que es maravillosa en cualquier rama artística y te llevan a tener capacidad para contar".
Dice Jano que si le preguntaran hace un año sobre la posibilidad de avanzar a otros estilos, no sabría responder. Ahora, sí: "Soy un pintor clásico y lo voy a seguir siendo" y en este camino presenta lo hecho hasta el 11 de junio. En un espacio que es como una especie de meta.
Por fin la cruza y piensa en lo siguiente a lo que se enfrentará después de un viaje, que es la mejor medicina para coger fuerzas. Así que por momentos abandonará su ciudad y marchará con sus bártulos a otra parte para que la inspiración se ensanche viendo y viviendo. Sintiendo: "Viajar es de las mejores inversiones".
Al artista le hace crecer como persona y al margen de la técnica que se va puliendo con el tiempo, Jano alimenta la curiosidad y eso lo expresa el lienzo: "Lo que más me interesa es que mi vida sea intensa para poder contarla. Si tu vida es plana, tu obra también lo es".
Muñoz se mueve entre Zurbarán, la pintura flamenca, la barroca y la romántica. Todas esas escuelas le hacen más llevadero el paseo.