Son profesiones distintas, bien porque los que las desempeñan son únicos en su especie o al menos no hay muchos que se dediquen a eso, o bien por el entorno, un telón de fondo que nada tiene que ver con el paisaje de una oficina.
Más allá del pack mesa-silla giratoria-PC, hay coruñeses que emplean muchas horas de su vida a funciones básicas como la de limpiar los sumideros por donde se escapa lo feo, a desratizar las alcantarillas o deshollinar chimeneas, una labor que José Benito tiene la exclusiva en la ciudad. Otros lo pueden realizar, pero él se dedica solo a mantener estos elementos que saludan desde el tejado. Y eso tiene mérito. Primero, por lanzarse a una tarea para la que en su momento no tenía demasiada información, y segundo, por ser visionario y entender que aunque en Galicia no se estilaba, prescindir de sus servicios era peligroso. En otros casos como el de AP, su trabajo de cobrador de deudas no es amable. Nunca le pegaron, dice, pero sí tuvo que enfrentarse a situaciones hostiles porque muchos, al principio, no reaccionan bien. A bordo de un coche llamativo, visita a los que tienen pufos, les avisa y les da la opción a negociar. En esto de deber dinero, las cosas han cambiado. Antes, dejar pagos pendientes era una cuestión de honor para los gallegos. Ahora, “la gente está quemada” y como les deben, ellos se meten en la rueda igualmente hasta que alguien como él desatasca el problema.
Fernando es consciente de que hace años, nadie quería dedicarse a sacar los lodos del subsuelo coruñés, pero ahora sí porque si antes los operarios tenían que bajar y mirar de frente a los restos fecales, hoy va todo por un mando.
Pocas veces se mueven por los conductos subterráneos y cuando lo hacen usan mascarilla y oxígeno. Por su parte, en Arumia aseguran que su equipo invita a irse a los animales que están en lugares donde crean problemas, pero ninguno es “asqueroso”. Es más, Xulio ve a las cucarachas y a las ratas bonitas y guapas.