Mohamed VI anunció el martes pasado el indulto de 48 presos españoles. Según la versión marroquí, la medida fue adoptada en respuesta a una petición formulada por el Rey Juan Carlos, el cual, posteriormente, le telefoneó para agradecérselo y felicitarle por los avances logrados por ese país bajo su reinado.
Entre los indultados, Daniel Galván Viña, condenado a 30 años de cárcel en 2011 por agresiones sexuales cometidas sobre once menores, a los que también llegó a grabar en vídeo. Se ignoran qué tipo de condenas cumplían los otros presos indultados, si bien son los delitos relacionados con el tráfico de hachís los más habituales entre los más de 220 presos españoles en Marruecos. Según la versión española, nuestro Gobierno nunca pretendió que al pederasta se le concediera el indulto y su único propósito era que terminara de cumplir la condena en España. Dando por bueno el argumento, nuestro Ministro de Justicia tendrá ahora que explicarnos dónde radica el interés por aliviar la condena del pederasta, excluyendo de los peticionarios de indulto y/o traslado a otros reclusos españoles condenados por delitos de mucha menor gravedad.
Ante la situación creada, es de rigor traer a colación el turismo sexual que se viene produciendo en algunos países del norte de África. Y ya que hablamos de Marruecos, principalmente, en una de sus más visitadas ciudades, Marrakech, destino de turistas a la caza de los favores sexuales de menores que comercian con sus cuerpos por la extrema situación de pobreza en que están sumidas sus familias.
Contactos, relativamente fáciles de ver en la plaza de Yamaa el Fna, patrimonio de la humanidad. O esos jeques árabes que, con el mismo objetivo, fondean sus impresionantes yates en los puertos marroquíes, como Tánger. Todo ello conocido por notorio, y asumido como mal menor por el capital que a cambio reporta.
Un problema del que, hipócritamente, callan los “diplomáticos” gobernantes de otrora y de ahora, y que se ve en la distancia, diluido, ignorado, “gracias” también a bilaterales conflictos como el Sáhara Occidental, Ceuta o Melilla.