No, no voy a sumar ni a restar, “síes” y “noes”, para la investidura, o no, del presidente de Gobierno. Para eso ya están las tertulias políticas, que últimamente parecen clases de aritmética a la hora de encontrar múltiples soluciones para la gobernabilidad de España, aunque el tema a desarrollar en este comentario también va de números, esos que “cantan” a la hora de valorar el éxito de un programa de fiestas.
Cuantas más personas acudan a los actos desarrollados mayor será el éxito obtenido. El problema surge a la hora de echar cuentas que, por lo general, tienen una holgura de miles de personas, según quien “cuente” el número de asistentes en los que no hay localidades como referencia y son gratuitos. Por tanto, las cifras se “hinchan” por parte de las organizaciones y se trasladan a los medios de comunicación para resaltar el acierto, sin importar la calidad de lo escuchado, que muchas veces no se corresponde con el poder de convocatoria. O sea, hay conciertos musicalmente buenos a los que acude poco público y otros “menos” buenos que no levantan interés. Claro está, también hay conciertos musicalmente buenos que son correspondidos por multitud de asistentes.
El anuncio de que el brasileño Carlinhos Brown será el pregonero musical de las fiestas de María Pita me remonta a la Festa dos Mundos, organizada por el Xacobeo en la playa de Santa Cristina en 2004, en la que Carlinhos Brown, junto a Orishas y Budiño reunieron a 175.000 personas. Esa fue la cifra “oficial” que quedó instalada, sin pasar por el filtro de cuatro personas por metro cuadrado. Aquel concierto superó al celebrado en el mismo lugar en 1999 con Luar na Lubre, The Corrs y Mike Olfield, al que habían asistido más de 100.000 personas. El Noroeste Pop Rock tuvo con Luz Casal, en 1990, su mayor número de asistentes: 120.000. Le siguieron los Status Quo, con 75.000 en 1996 y Los Suaves que tuvieron una asistencia de 60.000 personas. Queda claro que los “números cantan”, aunque a veces “desafinen”, y son quienes instalan y proclaman éxitos de público, para la posteridad y el acierto o desacierto de los organizadores.