Película de domingo por la tarde. Ni más ni menos. De domingo remolón, cabe precisar, en el que uno, por los avatares que fuere, no tenga nada más interesante que hacer que darle al sillón-ball y dejarse llevar poniendo en off el cerebro. Tomada con ese espíritu, “Ahora me ves”, valga la redundancia, se deja ver. Tiene el gancho de la magia, tema atractivo donde los haya. Tiene un reparto muy lucido y variopinto, desde los veteranos Morgan Freeman y Michael Caine, los ya consagrados como Mark Ruffalo y Woody Harrelson; y las nuevas promesas como el cada vez más interesante Jesse Eisenberg.
Tiene también un presupuesto abultado, y eso permite variedad de escenarios y unas secuencias de acción espectaculares. Y tiene también a Louis Leterrier como director. Y eso es, con diferencia, lo peor del lote. No hay nada que Louis Leterrier haga mal. Ni bien. Es de una mediocridad irritante. Rueda con mareo, con una cámara que nunca se está quietecita, no vaya a ser que ese público preferente para Hollywood, el juvenil, se aburra y se ponga a mirar el móvil. Y jamás usa ninguna de las múltiples alianzas entre sonido e imagen que son razón de ser del cine con una mínima intención.
Hay que reconocer que el guion no ayuda. Y es que “Ahora me ves” falla en lo mismo que fallaba “El ilusionista” y en lo que jamás pecaba la excelente “El truco final” de Christopher Nolan. La clave de la prestidigitación es que todo lo que se ve es un truco. No hay magia, sino ingenio. Al plantear números físicamente imposibles mediante el uso de la animación por ordenador, uno deja de creerse lo que ve, al entrar en la fantasía. Nolan entendió que solo se puede hablar de magos sin llegar más lejos de lo que ellos podrían llegar. Leterrier, desde luego, no. Pero tal vez sea pedirle demasiado. Una tarde de domingo la da. Una entrada, ya hay que pensárselo dos veces.