Sinceridad e hipocresía son dos conceptos antagónicos, pues el primero hace referencia a la identidad entre lo que se piensa y lo que se dice y el segundo en decir una cosa y pensar la contraria.
Pesa a la anterior diferencia, un análisis más preciso nos demuestra que sinceridad y verdad no coinciden necesariamente, pues con independencia de que se diga lo que se piensa, esto no quiere decir que lo que se diga sea cierto o merezca general aceptación.
Ser sinceros nos identifica con nuestros pensamientos; pero estos pueden ser verdaderos o falsos, favorables o perjudiciales. El sincero no es un impostor ni un falsario; es una persona que no tiene rebozo alguno en manifestar su opinión y someterla al juicio o crítica de los demás.
No siempre la sinceridad, así entendida, es “políticamente correcta”. Decir lo que se piensa no quiere decir que todo lo que se piensa se deba decir.
El convencionalismo de los actos sociales nos obliga, en muchas ocasiones, a reprimir los impulsos naturales y a no pronunciar frases o juicios que, aun siendo ciertos, sean contrarios al buen gusto, la cortesía o las buenas costumbres.
La sinceridad debe ser, en ciertos casos, sometida a “autocensura” para evitar decir cosas ciertas pero inoportunas o inconvenientes. Y la hipocresía consiste, en ocasiones, en pronunciar, instintivamente, algunas frases protocolarias o “para quedar bien”, aunque no sean reflexivas ni totalmente ciertas.
Lo anterior nos demuestra que ni la sinceridad puede caer en la grosería, ni la hipocresía en despreciar la buena educación.
Puede decirse que la vida social se desarrolla entre esas dos variables de la sinceridad y la hipocresía y que ambas son útiles y convenientes, siempre que no sean antisociales o delictivas. Se puede ser “sinceramente grosero” y “cortésmente hipócrita”, como tendencias instintivas y de uso corriente en la vida social.
De acuerdo con lo dicho, en la vida de relación social no es fácil ser sincero ni ser hipócrita, porque ser sincero, o sea, decir lo que se siente puede ser una descortesía y ser hipócrita, o sea, decir lo que no se siente, puede ser una galantería. Se trata de cualidades paradójicas, en su aplicación y que, por ello, permiten servir para adoptar una u otra posición según el lugar la ocasión y las circunstancias.
Finalmente, debemos señalar que hay quienes sostienen que la hipocresía es necesaria para el normal funcionamiento de la sociedad, pues fingir sentimientos contrarios a los que se experimentan puede contribuir a evitar conflictos, disgustos o enfrentamiento entre las personas.