Días atrás se ha cumplido un aniversario más –ahora haría 97 años– del que en vida fue ilustre prócer, extraordinario abogado, político y maravilloso coruñés y coruñesista. Don José González Dopeso, que desapareció de este mundo acaso prematuramente, para desgracia de La Coruña. Para él, mi recuerdo agradecido, fervoroso y emocionado.
Por supuesto, el título de este comentario poco o nada tiene que ver con el citado ilustre coruñés, a no ser porque en vida fue suegro del tenista Manolo Santana, del que, precisamente, quiero hablar hoy, en una crónica rosa, muy lejana de lo que acostumbro a escribir, pero lo hago por una vez y sin que sirva de precedente.
Resulta que Santana se nos casa y que esta será su cuarta boda. Antes estuvo matrimoniado con María Fernanda González-Dopeso, hija de don José, después con Mila Ximénez, que quiere pasar por periodista aunque no lo es y lo que sí es colaboradora de programas televisivos del hígado; más tarde, el prolífico Manolo se unió a una tal Otti Glanzielus y ahora amenaza con la coyunda compartida con una tal Claudia Rodríguez, colombiana ella, especializada en exclusivas y negociante de primera, pues, al parecer, ya vendió la exclusiva de la boda en 30.000 euros.
Don Manolito tiene ya 75 años cumpliditos, pero no escarmienta y le va el casorio más que a un tonto una tiza.
Santana es padre de la que prometía fraguar en magnífica actriz, estupenda mujer y ejerciente coruñesa, Beatriz Santana, de la que últimamente se sabe muy poco o nada en el plano artístico. Lo último que hizo fue “El enfermo imaginario” con Quique San Francisco. Beatriz era el ojito derecho del académico Luis María Ansón, pero ya nos gustaría saber en qué acabo la carrera de tan maravillosa chiquilla, cuya madre –María Fernanda González-Dopeso– es una maga de los fogones y tiene en La Coruña un acreditado restaurante: “Mamá Manuela”, prestigiado y prestigioso.
Y termino como empecé: con mi recuerdo emocionado para don José González Dopeso, que en Gloria esté.