La noticia de la restauración del acueducto de Los Puentes que suministro de agua a la ciudad de A Coruña, desde el siglo XVIII hasta los inicios del XIX restaura a su vez recuerdos de adolescencia porque allí y en su entorno pase muchas horas jugando al fútbol en la explanada que había, practicando el deporte de las “pedradas” o dándole unas achicadas a una especie de “canutos”, confeccionados con pelo de maíz que cogíamos en las huertas aledañas, envueltos en papel de periódico demostrando la hombría después de dar achicadas al “artefacto”, aguantar el humo y, congestionados, decir la frase ritual de, “el hombre que sabe fumar echa el humo después de hablar”, con la consiguiente exhalación del humo en compañía de las correspondientes toses.
Por allí pasaba cuando venía de ver las películas de vaqueros del cine Rex en Santa Margarita, o del cine Finisterre, con mi pantalón corto trotando cuesta abajo, montado en mis dos piernas, como si persiguiera a los indios, que por entonces solían ser los malos de las películas .
Los Puentes era nuestra zona de ocio de la pandilla de la plaza del Maestro Mateo, Alfredo Vicenti y Fernando Macías, y allí íbamos, de “excursión” para beber el agua del acueducto, por donde corría fresca y cristalina. Siempre recordaré que me sabía a gloria después de horas correteando detrás de la pelota. Sudorosos escalábamos por las piedras cachotes aprovechando las oquedades donde había hierbajos y algún que otro nido que dificultaban la ascensión y que cuando en vez nos propinaban algún susto al salir de ellos, de forma inesperada, sus “habitantes”. Incluso recorríamos el acueducto hasta la proximidades de la imprenta Roel como si se tratara de una aventura. Al menos así nos parecía .
Aquellos Puentes, los de mi infancia y adolescencia, a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, se convertían en punto de encuentro con las pandillas de Santa Margarita para solucionar “rencillas” a causa de la “invasión” de un espacio que ellos consideraban suyo. Una solución que en ocasiones acababa en pedradas –qué “bestias” éramos– o en peleas “cuerpo a cuerpo”. Eso sí, previo ritual “caballeroso” para iniciar la contienda después de decir “sácame la paja si eres hombre”...y a partir de ahí al “lío”. Esta restauración de mis vivencias en “Los Puentes”, me hace ver que los tiempos han cambiado y la juventud, también. ¿Para mejor? Sí. Todos fuimos jóvenes y conviene mirar para atrás antes de cuestionar acciones reprobables que la educación convierte con el tiempo en “agua pasada”. En mi caso, por el acueducto de Los Puentes.