En la resolución judicial por la que se decreta el ingreso en prisión, comunicada y sin fianza, de los padres de Asunta, la niña hallada muerta en un descampado de Santiago de Compostela, se les imputa un “delito de homicidio, posible asesinato, a la espera de los resultados de toxicología”.
La diferencia penológica es considerable, ya que mientras el delito de homicidio tiene asignada una pena de prisión de diez a quince años; en el caso del asesinato, se eleva de quince a veinte años, incluso, de veinte a veinticinco años cuando concurre en el hecho más de una de las circunstancias que lo cualifican como asesinato y no como homicidio: “alevosía”, cuando el culpable emplea en la ejecución medios, modos o formas que tiendan directa o especialmente a asegurarla, sin riesgo que para su persona pudiera proceder de la defensa por parte del ofendido; ejecutar el hecho mediante “precio, recompensa o promesa”; y “ensañamiento”, aumentando deliberadamente el dolor del ofendido. Penas que, además, se impondrían en su mitad superior, en el supuesto de la concurrencia de la agravante de parentesco.
Así las cosas, si se confirmase el análisis toxicológico, según el cual la niña fue sedada previamente a su muerte, ésta se calificaría jurídicamente como alevosa, porque el/la/los causantes abrían asegurado el crimen eliminando cualquier posibilidad de defensa por parte de la víctima.
La policía lo está haciendo muy bien en la siempre difícil tarea del descubrimiento de un delito de estas características; que, en el presente caso, a todas luces “parece” chapuceramente ejecutado, y, por tanto, que se cumple con esa máxima de la investigación criminal que afirma que “la solución más sencilla sobre la comisión de unos hechos suele ser la verdadera”.
Pero seamos prudentes, otra máxima no menos acertada nos dice que “nada ni nadie es lo que parece”; y no descartemos, ni olvidemos, lo que ya afirmaba Sir Arthur Conan Doyle por boca de su héroe, Sherlock Holmes: “Cuando se ha descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que sea, debe ser la verdad”. Y, es que, este “caso” no ha hecho más que empezar a andar.