En la secuencia interminable de revanchas en los últimos tiempos, surge esta noche el derbi por la Liga entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid en el Metropolitano, que rebusca la respuesta a unas cuantas interrogantes, pero sobre todo que propone la pregunta más insistente de todas: ¿hay Liga?
En este momento, los puntos dicen que sí. Que ahora haya solo cinco de ventaja entre el Atlético, el líder inalcanzable en las últimas 13 jornadas, y sus perseguidores reafirman tal suposición, pero la trasladan a lo que suceda en el derbi dominical, con mucha más pinta de decisivo para el Real Madrid, visiblemente presionado.
La victoria es casi una obligación para el conjunto blanco, debilitado en su acecho al Atlético por el 1-1 del pasado lunes contra la Real Sociedad, pero aún vivo en la pugna por el título, mientras Zinedine Zidane recupera a Karim Benzema, su futbolista más desbordante y su mejor goleador, de baja las dos últimas jornadas.
Para el Atlético, que seguirá en la cima sea cual sea el marcador, es un test de resistencia... Y una ocasión: un triunfo dispararía su renta sobre el Real Madrid hasta los ocho puntos, que podrían ser once si vence en casa el miércoles su duelo aplazado con el Athletic, pero, además, sería un golpe de autoridad para su liderato, una vez que a la misma distancia le persigue el Barcelona.
Nadie ha desdibujado tanto esta temporada al conjunto de Diego Simeone como el Real Madrid en la primera vuelta (2-0), cuando la presión alta diseñada por Zidane devoró a un equipo que hasta entonces parecía invencible en la Liga, pero que ha bajado su nivel de fútbol, su solvencia defensiva y su pegada tras aquella derrota. Además, no gana un derbi de Liga desde hace un lustro o nueve encuentros: cuatro derrotas y cinco empates desde el 0-1 de 2015-16.
Avisado está el líder, cuyas dudas son visibles en el juego y, por primera vez en esta campaña, en los resultados: nada más ha ganado dos de sus últimas cinco citas del campeonato, que se amplían a seis con el naufragio de hace semana y media en la Liga de Campeones con el Chelsea, castigado por un plan ultra-defensivo.
Repuesto por el 0-2 ante el Villarreal, mucho más cuantitativo que cualitativo.