Corrupción, caciquismo, redes clientelares, comisiones, sobres, caja B…, son algunas situaciones irregulares que se siguen observando en el mundo de política y que no es ajeno a la realidad social, pues la política es un reflejo de la sociedad.
Todos conocemos y sabemos de gente “sumisa” al poder establecido para la consecución de favores o privilegios, defendiendo al gobernante o al partido político por encima de todo, en agradecimiento de los beneficios personales y familiares recibidos. Licencias de obras concedidas, saltándose los planes o normas urbanísticas porque eran personas o familias simpatizantes o militantes del partido. Concesión de puestos de trabajo a dedo, sin pasar por ningún tipo de control, examen o concurso de méritos. Compras o adjudicación de obras, sin concurso público, a los amigos o simpatizantes.
En demasiadas administraciones y organismos públicos de nuestro país casi siempre son las mismas personas y familias las que reciben los “beneficios” de los gobernantes por los “favores prestados”. Todos los conocemos y lo asumimos con resignación. Hablamos del tema en tertulias de café pero el dinero público continúa deambulando por los mismos círculos de poder. Luego nos llenamos la boca, hablando de Libertad, de Democracia o de Justicia Social.
En demasiadas ocasiones el poder político se cree que los Derechos Sociales, sufragados con dinero público, son “favores caritativos” hacia determinadas familias vulnerables. Por eso, cuando se acercan unas elecciones, se atreven (sin ruborizarse) a la búsqueda de “votos cautivos” en algunos barrios o zonas humildes, con las promesas electorales de poder seguir suministrando servicios, realizando mejoras o inyectando prestaciones o ayudas públicas periódicas.