hace un año, en pleno confinamiento, circuló por la red un “meme” con esta leyenda: “Dios, te pedí dejar de hablar de Cataluña, pero ¡te has pasado!”. La cuestión catalana llevaba años en primera página y entonces era suplantada por la pandemia que preocupaba más a los ciudadanos que las frivolidades de los políticos catalanes.
Pero Cataluña siempre vuelve y allí suceden tantas cosas que a la hora de escribir uno no sabe por dónde empezar. Lo último son las conclusiones de la Fiscalía Anticorrupción que califica al clan de los Pujol de “organización criminal” y solicita penas diversas para el ex president y sus hijos. Es curioso, de los cuatro últimos presidentes de la Generalitat, Artur Mas y Torra ya fueron condenados, Pujol va camino de ello y Puigdemont está huido de la justica. Un record impensable en cualquier país democrático.
De record también es que los dirigentes de ERC, que tienen a su líder condenado y en prisión, y sus colegas de Junts x Cat, dirigidos por el prófugo Puigdrmont, lleven tres meses negociando sin acordar la formación de gobierno que están determinando un preso y un fugado. Montserrat Bassa, diputada de ER, dijo “me importa un comino la gobernabilidad de España” y presiento que a ella y a sus conmilitones tampoco les importa la gobernabilidad de cataluña.
Pero de las últimas informaciones generadas en aquella comunidad la más vil e indecente es la negativa de la Consellería de Sanitat a vacunar a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado allí destinados hasta que lo impuso la justicia. Una discriminación infame con respecto a otros colectivos imprescindibles, como sus colegas los Mossos, que revela la miseria moral del Govern, capaz de implantar un apartheid sanitario a la Policía y Guardia Civil por de formar parte de las fuerzas estatales.
En palabras de Javier Marías, esa vileza “deja claro que el Govern ha optado por tratar a los “españoles” como Netanyahu a los palestinos”. Es asombroso, añade el escritor, que el Gobierno de España no tenga reparo en pactar y gobernar con el apoyo de los racistas de Esquerra, de Junts x Cat y de la CUP. Como asombroso es que el mismo Gobierno de la Nación diga por boca de la Ministra de Sanidad que “si no los vacunan ellos, lo haremos nosotros”. Así, sin ningún reproche.
Varios ministros denunciaron, con razón, un cartel electoral de Vox como un ataque racista a los Menas, los menores extranjeros no acompañados. Pero ningún miembro del Gobierno, ni siquiera el inefable Marlaska, reprobó el sectarismo separatista, la xenofobia y el racismo ejercidos por la Generalitat contra las fuerzas de seguridad estatales. Un silencio cómplice que es igual de infame.