Hasta hace poco, todo era de los bancos; ahora, todo es de las tecnológicas. Para el común de los mortales es difícil comprender y mensurar lo que cambia con el cambio de amo, pero el G-7, que como se sabe agrupa a varios de los más potentes estados del mundo, parece tenerlo más claro: éstas, las tecnológicas, son un rival más peligroso que aquellos, los bancos, pues su reino no es de éste mundo, del mundo analógico que conocíamos y que controlaban los estados, sino de un mundo que se han inventado ellos, el digital, donde hacen de su capa un sayo y desde el que succionan el dinero de los terrícolas sin contribuir a los recursos públicos con sus impuestos.
Antes, todo era de los bancos, las azucareras, las constructoras, las hidroeléctricas y hasta las casas de la gente, pero, con ser funesto semejante suceso, se trataba de bienes tangibles, y sometidos, por su naturaleza, a las contingencias políticas y sociales, esto es, a nacionalizaciones, revoluciones o reordenamientos. Pero nada de esto afecta a las tecnológicas, cuyo negocio invisible les permite moverse como fantasmas inasibles e incontrolables, y que, merced a ello, han amasado fortunas fabulosas sin necesidad de repartir, vía impuestos acordes con sus ganancias, ni las migajas.
Los estados, que quieren o necesitan seguir siendo estados, han tardado en percatarse de que otros entes, unos entes nuevos, estaban empezando a comerles la tostada mediante la impunidad dineraria y la colosal acumulación de poder correspondiente, y han decido obligarles (aunque nadie sabe cómo obligar a nada a un fantasma) a apoquinar un 15% en cualquier punto del orbe, suponiendo que así se les acabará el chollo de tributar en aquellos países de, para decirlo fino, fiscalidad baja. Teniendo en cuenta que lo que se necesita destinar a colegios, hospitales, pensiones u obras públicas se lo venían apalancando casi en su integridad las tecnológicas esas, cuyos dueños se han hecho mediante esa brutal exacción los tipos más ricos del mundo, algo se ha avanzado, ciertamente, con ese bocadito del 15%.
Todo es de las tecnológicas (y de las farmacéuticas con esto de la pandemia), pero en adelante será todo menos el 15%. Esperemos que no sea un 15% invisible, inasible, como ellas.