Han pasado veinte años desde que la generación de los noventa comenzó a soñar con la magia. En 2001, los más pequeños querían acudir a un castillo llamado Howgarts, comprarse una varita en un sitio llamado Ollivander y volar en una escoba para jugar al Quidditch, el deporte rey del mundo mágico. Este sábado, en el universo de los muggles, Viktor Krum, el buscador más famoso de este deporte, acudió a La tienda que no debe ser nombrada para conocer a todos los seguidores de la eterna saga de películas.
Stanislav Yanevski, el actor que da vida al jugador de la selección búlgara en “Harry Potter y el cáliz de fuego”, firmó autógrafos, objetos de colección y se sacó fotografías con más de 300 fans que acudieron al establecimiento. El evento daba inicio a las 10.00 horas, pero más de una hora antes ya había seguidores incondicionales esperando en la puerta.
“No parece que la película haya terminado porque es como si siguiese viva. Lo mejor es la fanbase que se ha creado en torno al universo de Harry, que es la más grande que cualquier industria de cine pudiese imaginar. Ves a gente que por entonces era pequeña y ahora tienen hijos que, a su vez, son fans de la película”, confiesa el intérprete nacido hace 36 años en Sofía, Bulgaria. Con ganas por conocer a los fans coruñeses, Yanevski reconocía este sábado que es “muy bonito” encontrarse a “niños pequeños haciendo cosplay de los personajes, como cuando veo a un pequeño Viktor Krum”.
Este nombre, el de su personaje en la mágica saga, parece que le perseguirá para siempre Pero esto no supone un problema. “Me considero muy afortunado por ello, como cualquier persona que formase parte de las películas. No creo que nadie imaginase previamente que la saga se iba a convertir en algo tan importante. Es increíble haber sido parte de algo así. Harry Potter se ha convertido en una religión en algunos aspectos”, explica, a la vez que relata, entre risas, que antes de grabar “El cáliz de fuego”, no se había leído los libros. La cuarta parte de la saga, en la participó, se grabó en 2005, cuando tan solo tenía 20 años. “Fue una grabación inusual. Grababas durante muchas horas y conocías a gente maravillosa. Fue como estar en un patio de colegio, aunque con la diferencia de que quieres demostrarle al director que eres el mejor y que la decisión de escogerte fue la correcta”.
Con una película en camino, Stan mantiene contacto con sus compañeros de rodaje y disfruta de la vida a bordo de su moto.