La presencia de la presidenta de Madrid en la cumbre que los populares gallegos celebraron hace unos días en Santiago rescató del olvido unos hechos ocurridos en los días previos a las elecciones madrileñas de mayo.
En aquella campaña electoral, además de reaparecer el lenguaje grosero, la criminalización del adversario y la polarización de la sociedad madrileña, aparecieron unos sobres con balas enviados a Pablo Iglesias, al ministro del Interior y a la directora general de la Guardia Civil “para que dejemos de hacer política”, decía el candidato de UP. También hubo uno “de relleno” para la candidata popular y otro para la ministra de Industria con una navaja ensangrentada que Reyes Maroto, horrorizada, mostró a toda España, aunque venía con “remite real” de un hombre con problemas mentales.
Con estos datos, la reacción de los demócratas -políticos y ciudadanos- fue de repulsa y condena de esas muestras de odio y violencia y de solidaridad con los destinatarios. El mismo ministro del Interior anunció que ponía a los mejores especialistas al frente de la investigación para conducir ante la justicia a los autores de tan graves amenazas que sacudieron aquella campaña electoral y conmocionaron a la sociedad.
Pasado el impacto inicial y las elecciones, el hecho se fue diluyendo y sobre la investigación cayó un espeso manto de silencio. Pero los ciudadanos, profanos en la materia, seguían preguntándose cómo pudieron llegar esas cartas con balas y una navaja ensangrentada a tan importantes destinatarios sin ser interceptadas por los controles de Correos y por los servicios de seguridad de los ministerios y de la Benemérita.
Un misterio sin resolver hasta la semana pasada cuando un Juzgado de Madrid acordó el sobreseimiento de la investigación porque “de las gestiones llevadas a cabo no se derivan datos para la identificación de las personas responsables”. Parece que un error humano impidió identificar el buzón donde fueron depositados los sobres y las huellas halladas en ellos eran de las personas que los manipularon después de la recepción.
Seguramente es así. Pero, conociendo el buen hacer de los investigadores españoles, esos errores de principiante que impidieron que Policía y Guardia Civil dieran con los autores, hace aflorar la sospecha de que esa “alarma terrorista” fue un invento creado en la campaña por intereses políticos que se desinfló después de la victoria de Díaz Ayuso.
De ahí que muchos andan “con la mosca detrás de la oreja” y se acuerdan del dicho popular “piensa mal y acertarás”. Y no les falta razón porque los envíos de esos sobres, que parecían dramáticos, huelen a chamusquina. Saquen ustedes sus propias conclusiones.