en los últimos tiempos es como si los nostálgicos del franquismo y los simpatizantes de ideologías de extrema derecha saliesen de sus cavernas para manifestar públicamente su desprecio contra todo lo que se mueve y lo que no les gusta en su limitada perspectiva vital de lo que es para ellos la libertad, la democracia y el respeto por los demás que no piensan como ellos.
Tienen un odio enfermizo en contra de los inmigrantes, los homosexuales y las feministas porque atentan contra su ideología supremacista y su prototipo de raza aria, que tanto nos recuerda a tiempos no muy lejanos. Son intolerantes, violentos y carentes de la más mínima educación y respeto hacia los demás.
Llama la atención que manipulan todo tipo de imágenes y lanzan toda clase de bulos para denigrar a los inmigrantes, culpándoles de delincuentes, violentos y violadores, sin ruborizarse. Parecen olvidarse de cuando salían, por motivos de trabajo o por mero turismo, a esos países del llamado tercer mundo y abusaban o violaban a niñas y mujeres, por un par de dólares o una botella de wisky, que sufren pobreza extrema o miseria económica.
Esa gente nostálgica y supremacista adquiere su fuerza ante el silencio cómplice del resto de la población. No podemos dejarles que continúen mintiendo e intoxicando a una parte de la población con la xenofobia, el odio y el rencor a una gran parte de la ciudadanía que desea vivir en paz y con los valores que inspiraron a la propia Unión Europea y a los organismos internacionales. Tenemos que seguir luchando para seguir reforzando nuestra Democracia y protegiendo nuestro Estado de Derecho.