La llegada del frío invernal ha dado un respiro a las palmeras de los jardines de Méndez Núñez, amenazadas por el picudo rojo. Este escarabajo de origen asiático, que ha devorado la mayor parte de las palmeras de Galicia, hizo acto de presencia este mismo mes en La Marina, donde hubo que talar un ejemplar infectado. Desde la Concejalía de Medio Ambiente aseguran que la vigilancia es constante, pero todos los expertos consultados se muestran pesimistas: la opinión más extendida es que las 70 palmeras están condenadas. Eso es lo que opina la asociación Adega y el Grupo Naturalista Hábitat también se confiesa pesimista.
“Pesimista-realista”, mantiene su portavoz, Santiago Vázquez. El problema de fondo es que la plaga del picudo está fuera de control. “Si se hubiera hecho como es debido cuando se descubrió por primera vez en el año 2000, esto no hubiera pasado”, se lamenta. Aunque el mismo tiempo, recuerda que se trata de ejemplares foráneos, de manera que aunque desaparezcan, lo importante es que la plaga no afectará a la vegetación autóctona.
Amancio Sotillo, de Adega, lamenta que las perspectivas de estos ejemplares sean tan negras, aunque recuerda que lo más importante de ellos es su “valor patrimonial”, lo mucho que significan estos ejemplares para los coruñeses después de un siglo de verlos crecer. De hecho, el ejemplar más alto de Galicia se encuentra en la Rosaleda, y debe medir cerca de treinta metros a día de hoy.
Ingenieros forestales consultados coinciden en que “en principio (el palmeral) está condenado, pero también es cierto que las condiciones de los insectos dependen de las temperaturas y humedades, en unos proliferan estupendamente, y en otros no tan bien, y tenemos avances en tratamiento fitosanitarios”.
Es decir, que a largo plazo todas y cada una de las más de setenta palmeras de los jardines de Méndez Núñez parecen condenadas a perecer por el voraz insecto, que llega a tener tres puestas al año de entre 200 y 500 huevos cada una y que vuelta hasta cinco kilómetros. “La razón por la que yo soy tan pesimista –dice Vázquez de Hábitat– es que ya se han comido la palmera de La Mairna, que está al lado”.
Son más de 70 ejemplares son vigilados muy de cerca por los técnicos de Medio Ambiente
Todos coinciden en que uno de los factores que determinará la longevidad del palmeral es cuánto dinero está dispuesto a invertir el Ayuntamiento en mantenerlo. Existen toda clase de trampas, repelentes y sensores que permiten una detección temprana, pero el picudo rojo solo necesita un buen año para reproducirse hasta niveles incontrolables para los técnicos.
Es solo cuestión de tiempo, advierten los expertos: “Están haciendo un buen trabajo, pero no pueden bajar la guardia. Hay que decir que por mucho que nos empeñemos, la naturaleza se impone”.