a vacuna que se les empieza a administrar ahora, puede proteger a los niños de la enfermedad derivada del Covid-19, pero no existe una que les defienda de la estulticia y la maldad de los adultos enfrentados que se golpean en la cara de ellos. Frágiles e inermes, se hallan, a menudo, en el centro de esas guerras, llevándose todas las bofetadas.
Es el caso del niño de Canet, a cuyos padres el fanatismo independentista niega lo que la razón y la reciente sentencia judicial firme que la refrenda les reconoce, el derecho a que su hijo reciba unas pocas clases en el idioma oficial de la nación y co-oficial en Cataluña.
No haría falta estar apuntado al club jurídico-filosófico de Salomón para considerar como lo más equitativo que la enseñanza en Cataluña se diera al 50 por ciento en cada una de las lenguas que en ella se usan, máxime cuando la inmensa mayoría de sus habitantes goza del privilegio de conocer las dos y de poder, gracias a ese equilibrado bilingüismo, utilizar una u otra según sus necesidades o su libre albedrío.
Pero el talibán ultranacionalista ni siquiera acepta la calderilla del 25% de clases en castellano para el niño de Canet, ni para ningún otro niño. Que lo aprendan, mal, en la televisión o en las series, deben querer los inquisidores del terruño al romper ese equilibrio, y ese desencuentro artificial que crean entre dos lenguas hermanas y complementarias produce las bofetadas, vía amenazas, desprecio, hostilidad y estigmatización, que los críos arrojados a ese marasmo reciben.
Tampoco se ha encontrado la vacuna, si es que la ha buscado alguien, que protegería a los hijos de Francesco Arcuri y Juana Rivas de los miasmas derivados de su malhadada relación.
Esas criaturas ni eligieron venir a un mundo de relaciones tóxicas, ni ser secuestrados por una madre disparatadamente elevada a la condición de víctima, ni andar de la ceca a la meca y de un país a otro con la inevitable desatención correspondiente a tal trasiego, ni ser señalados o usados en auto judicial alguno.
Las bofetadas que llevan recibiendo esos niños les están desfigurando el alma.
Entre tanto, los diversos adultos concernidos en los dos casos siguen arreándose en la cara, en el alma, de esos niños. Que si la confusión identitaria de la lenguas, que si el juez que se opone al indulto de Rivas se pasa o no se pasa, pero no una vacuna para, cuando menos, dejar en paz a las criaturas.