Hay que descubrirse ante el talento, y, por tanto, reconocer el sobrado talento político de la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz, cuya estrella no para de brillar y a lo que parece va a conseguir sacar adelante su reforma de la reforma laboral. Por lo pronto, el jefe de la patronal ha vuelto a la mesa de negociación.
Pero además la visita de la vicepresidenta al Papa Francisco fue todo un golpe de efecto que dejó boquiabiertos hasta a sus adversarios políticos. Y tiene suerte porque ni siquiera el escándalo de utilizar un Falcon para volar a Roma en lo que se supone era una actividad privada, ha empañado su imagen.
Yolanda Díaz quiere que creamos que ella es una política transversal, es decir que sí, que es de izquierdas, pero no una radical peligrosa, y que lo mismo es capaz de pactar con los empresarios como departir amigablemente con el Papa.
Y como le sobra inteligencia política incluso domina el arte de no decir una palabra de más ni tampoco de menos.
En realidad, hoy por hoy, Pedro Sánchez no tiene competencia desde la bancada de la oposición. Pablo Casado no es rival y el papel de Inés Arrimadas se ha reducido a lo irrelevante, de manera que la única que puede tambalear la silla del Presidente es, sin duda, Yolanda Diaz.
Todo en ella está perfectamente estudiado. Al contrario que Irene Montero o Ione Bellara, la vicepresidenta cuida tanto su imagen como la puesta en escena de sus actividades políticas y lo hace, a tenor del resultado que está dando, a las mil maravillas.
Sí, no es difícil imaginarla presidiendo el Consejo de Ministros de España, algo que costaría muchísimo en el caso de cualquiera de sus compañeras en las filas de Unidas Podemos.
Quizá en lo que Yolanda Díaz debería de afinar un poco más en alguna de sus “compañeras de viaje” porque no parece que ni la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ni la vicepresidenta del País Valenciano, Mónica Oltra, la vayan a sumar votantes, más bien se los pueden restar en su nuevo proyecto político.
La cuestión es si Pedro Sánchez permitirá que la señora Díaz continúe con su brillante campaña electoral
quitándole votos o si en algún momento pondrá un punto y aparte.
Y para eso, o lo hace pronto o quizá, cuando quiera hacerlo, sea demasiado tarde.