Más de 2.200 firmas en cuestión de un mes y medio es un apoyo social que ya quisiera para sí muchas iniciativas a nivel local. Esa es la primera victoria en el largo camino que se ha marcado Lucía Fernández, paciente de fibromialgia y socia de Acofifa, que reivindica, a través de change.org, una unidad específica en la ciudad. “No tenemos la atención que merecemos, con más especialistas en una enfermedad reconocida desde 1992 por la OMS. Por nuestra parte sólo nos queda hacer el ejercicio mental diario de aprender a convivir con una amiga en nuestro cuerpo, que nos condiciona el día a día, así como luchar porque se nos trate como merecemos”, explica.
Su petición en la red nombra como destinatario a la Xunta, pero su grito público tiene como objetivo la conciencia social sobre una losa con la que se encuentran numerosas personas cada día y a cada hora. Y muchas veces sin saber el por qué. En una carta abierta titulada ‘Tiene usted fibromialgia, ¿y ahora qué?’, describe en primera persona del singular un día cualquiera, con sus dudas, frustraciones y miedos. “Empiezas a encontrarte mal, un cansancio nada más levantarte que no es nada normal, una fatiga que te acompaña todo el día. Ves que cualquier mínima tarea te deja exhausta: subir o bajar escaleras, subir una mínima cuesta, lavarte el pelo, vestirte, servirte un vaso de agua, cortar la comida en el plato. No entiendes qué te ocurre, pero tu cabeza no para”, indica. “Acabas visitando todos los especialistas que se te ocurren, no sabes por dónde empezar y terminas en Medicina Interna, Digestivo, Ginecología, Neurología... hasta que llegas a Reumatología, donde te piden resonancias, analíticas, bloqueos a través de la unidad de dolor, etc. Deciden presionar los ‘punto gatillo’, 18 puntos por todo el cuerpo. A partir de 11 positivos al dolor se diagnostica fibromialgia”, añade.
Prosigue un peregrinaje que no encuentra un día de alivio. “No existe un ‘qué bien me siento hoy’”, recuerda. “Al ser crónico el seguimiento es por parte del médico de cabecera, no un especialista, por lo que todo vuelve al inicio”, puntualiza.
El ciclo se cierra con “aprender que, en la mayoría de los casos, al ser una enfermedad invisible, tu entorno no lo va a entender y te pasarás días y días justificando tu dolor crónico, que no tiene justificación, pero está ahí, haciendo que te sientas agotada. Aprender a que no van a darte sesiones de fibromialgia en la sanidad pública porque no te duele una parte concreta del cuerpo”, finaliza.