“Por amor” llegó a A Coruña hace ya varias décadas y el sentimiento no solo se mantuvo, sino que afloró otro amor, “me enamoré de Galicia”.
Francis Marrouch expuso este mes en la sede de la Asociación de Artistas Plásticos Galegos (ARGA), que llega a su fin estos días.
Principalmente trabaja la acuarela y las aproximadamente 80 obras que se llevó a ARGA se centran en paisajes de sobra conocidos para los coruñeses. “Solo pinto acuarela y mis temas son las marinas, en particular”, comenta Marrouch con alguna de sus vistas de La Marina de fondo. Estas vistas se entremezclan con “paisajes urbanos” coruñeses y compostelanos, como la céntrica calle Real repleta de gente.
Son 80 acuarelas, de las cuales algo más de 15 son las que visten las paredes de ARGA. “He seleccionado las que más me gustan, porque produzco muchas”, dice con una sonrisa. “Todas tienen un denominador común”, y ese es el contraluz, “porque me parece que era una manera de dar una unidad a las obras”.
El resultado de la exposición “ha sido muy bueno”, señala Marrouch, que apunta a su felicidad con la misma, que atrajo la atención “de mucha gente de A Coruña”, pero también de lugares más lejanos como “Santiago y Madrid”.
Marrouch es autodidacta, aunque referencias desde pequeño no le sobraban. “Soy autodidacta, pero provengo de una familia de artistas”, comenta sobre sus padres. “Mi padre era escultor y había hecho Bellas Artes”, por lo que las bases de aspectos como el dibujo los tenía desde bien temprano. “Después, hace como veinte años retomé la acuarela y, desde ese día, no paro”, reconoce el artista afincado en A Coruña entre risas.
Empezó con la acuarela “por comodidad”, por la rapidez de la misma y por el poco material que necesita: “un papel, una cajita de acuarelas y un pincel”.
Prefiere el aire libre a pintar en estudio, aunque trabaja ambas. “Formé un grupo hace diez años, ‘Acuarelistas de As Xubias’, porque nos gustaba la zona para pintar”, comenta y explica que “ahora somos un grupo de unos 20, que salimos a pintar fuera, por A Coruña, o alrededores”.
Y es que la luz de Galicia, “velada, con colores suaves”, fue la que lo enamoró de esta tierra para corroborar su llegada.