Cualquiera que pase por el número 76 de la avenida de Salvador de Madariaga en su extremo con la rotonda que le une a Camilo José Cela puede distinguir el edificio que antiguamente albergaba al Club Financiero. Destaca por su aspecto abandonado, con su jardín lleno de maleza y suciedad. Pero aunque parezca deshabitado, está lleno de actividad: los vecinos confirman que se ha convertido en un foco de marginalidad, que afecta a tres barrios: el de Las Flores, Matogrande y Segunda Fase de Elviña.
Aunque el lugar está clausurado, la valla que rodea el perímetro tiene aberturas por donde se pueden colar los intrusos. Estos son descritos por los vecinos como toxicómanos, que han encontrado en la propiedad un lugar tranquilo donde consumir, sin que las autoridades puedan molestarlos, puesto que se trata de una propiedad particular. En cuanto a la seguridad privada, tampoco ha sido capaz de poner coto al problema.
Este va mucho más allá del consumo: a los toxicómanos se les achacan robos y hurtos que sufren los tres barrios. Aunque es difícil determinar hasta qué punto es cierto, fuentes policiales consultadas reconocen que la situación se ha deteriorado. “Hace nueve meses, esto no era así. Pero no se ha hecho nada y este es el resultado”, comentan.
Incendios
Otro problema habitual son los incendios: los Bomberos acuden a menudo al lugar en respuesta a la alarma de los vecinos cuando descubren como una humareda brota de la propiedad. La mayor parte de las veces, estos incidentes acaban en un simple conato y causan más revuelo que otra cosa, aunque contribuyen a la sensación de inseguridad que cunde entre los vecinos, que ya empiezan a estar hartos.
No es la única zona de la ciudad donde surgen problemas debido a la concentración de toxicómanos. La recién peatonalizada Alcalde Marchesi es otro ejemplo de ello. Los hosteleros y vecinos protestan porque los individuos marginales permanecen en la vía pública cerca de un piso donde se trafica con drogas. Las peleas y los hurtos son algo común. Pero la Policía no puede prohibir a nadie transitar por la vía pública. Y en el caso del Club Financiero, no puede clausurarlo por su cuenta. Debe hacerlo el propietario.
Futuro del edificio
Pero el edificio lleva tres años cerrado y está totalmente desmantelado. Se inauguró en 1989 para albergar la vida social de la élite empresarial, que celebraba toda clase de eventos en sus instalaciones: comedor privado, despachos, salón de usos múltiples, peluquería, etc. Pero en 2019 entró en concurso voluntario de acreedores debido a una deuda de 300.000 euros.
En su momento, se supo que se iba a levantar un supermercado de Mercadona en ese emplazamiento. Desde el emporio señalaron en enero de este mismo año que todavía se están llevando a cabo los trámites pertinentes, pero que los problemas actuales debe afrontarlos el propietario.
“Le ofreció una mamada por 20 euros a un señor mayor” |
“Empezaron siendo cuatro o cinco, pero ahora ya son 20”, comentan los vecinos. Entre las quejas que acumulan las más frecuentes son los robos. Circulan las fotos de estos individuos tirando de las manillas de los coches estacionados para comprobar si están abiertos y robar cualquier cosa de su interior. “Se llevaron las huchas de las protectoras de animales de una clínica veterinaria”, aseguran. También se dedican a la mendicidad y amenazan a la gente mayor que no les da dinero. O los abordan por otros motivos: “Una le ofreció una mamada por veinte euros”, comenta una hostelera, molesta por el efecto que tiene este grupo en el entorno. También consideran que los frecuentes incendios se deben sobre todo a la quema de cobre y en el campo de juego de chave, de Leyma, señalan que apareció un coche robado y la caja registradora que en enero habían robado en Marqués de Pontejos. |