“Este trabajo te da una libertad que no tienes con otros. Yo no valgo para estar todo el día encerrado entre cuatro paredes delante de un ordenador”. Así se expresa Iván Guijarro Ferreiro, apicultor coruñés del barrio de O Peruleiro que lleva acudiendo a la Feira das Marabillas “trece o catorce años por lo menos”. Su puesto, O rincón do mel, ofrece miel artesanal gallega procedente de las montañas de Lugo, Ourense y A Coruña.
“El negocio lo empezó mi padre hace 31 años y, ahora que está jubilado, lo he continuado yo”, indica Ferreiro. “Casi la mitad del año me la paso en el monte y, la otra mitad, voy a ferias cuando puedo. Tengo unas 300 colmenas que requieren muchos cuidados, así que solo me muevo por la provincia”, señala el apicultor, lo que hace que encontrar sus productos en la Feria das Marabillas sea casi un privilegio.
Otra de las comerciantes que lleva acudiendo a este mercado casi desde sus inicios es Conchi Hernández, natural de Albarracín, Teruel, pero asentada en Sada. En su puesto, también en Herrerías, se pueden adquirir piedras artesanales de cerámica para hacer tatuajes temporales. “Esta es la decimoctava edición a la que vengo”, apunta la turolense, que cambió su puesto de funcionaria en un ayuntamiento por las ferias de época.
Con dos hijas, Conchi, que se define como “un culo inquieto”, ha tenido la oportunidad de criarlas y verlas crecer en las ferias. “Desde que tenían dos meses v
enían conmigo y con su padre”, relata. Ahora, una de ellas también tiene un puesto de bisutería para sufragar sus estudios durante el invierno. “Tengo un gran cariño por esta feria, porque conozco a mucha gente y mi marido es de aquí”, expresa Conchi, que se siente en esta Feira das Marabillas “como en casa”.
Al lado mismo de Conchi se encuentra Josune Uriarte, llegada desde el valle de Arratia, en Vizcaya, junto con su hermana gemela Edurne. Ambas tienen sus respectivos puestos y han perdido la cuenta de los años que llevan asistiendo a la feria, pero señalan que son “muchísimos”. Josune cuenta que empezaron en los mercados medievales “por casualidad”. “Vivíamos en Valencia y conocimos a una persona que trabajaba en las ferias artesanales, y una cosa nos fue llevando a la otra”, rememora.
Ahora, el puesto de Josune está especializado en artesanía textil. “Hacemos productos para la salud, algo similar a los sacos de semillas que conoce la gente, pero con una calidad extra”, explica. “Nos hemos especializado en cada parte del cuerpo. Tenemos zapatillas para los pies, antifaces para las migrañas, y formatos grandes para las lumbalgias” enumera la artesana.
Su gemela, Edurne, también ofrece productos hechos a mano, aunque un poco distintos: “Tenemos palos de madera, metálicos y dobles, para hacer moños, así que al puesto le pusimos de nombre ‘Palos moños’”, señala entre risas. Edurne comunica que en esta feria cuenta con clientes fieles “de toda la vida” que vienen a comprar todos los años.