El segundo establecimiento de Gazteka en la ciudad es ya una realidad, tal y como adelantó El Ideal Gallego. La fiesta de inauguración organizada por la gerencia resultó todo un éxito y funcionó a pleno rendimiento desde el pistoletazo de salida al cierre, más allá de medianoche. En realidad fue también una especie de test a lo que apunta a una maquinaria necesariamente bien engrasada para dar respuesta a la premisa principal de la marca: convertir el tiempo de espera en un trámite de tres minutos. Situado en el número 23 de la calle Juan Díaz Porlier es el último en haber llegado al barrio de Matogrande, donde el índice de ocupación es prácticamente del cien por cien actualmente.

De eso se encarga un equipo de 14 personas que funciona en forma de cadena de montaje. Y para ser una jornada de debut todo salió a la perfección. Lo primero que llama la atención, más allá de cuestiones de sabor, olor o disposición del establecimiento, es la predominancia del color naranja, un color corporativo que haga de Gazteka una imagen fácilmente identificable. Es mucho más presente y notorio que en el primigenio local de San Andrés. Este, mucho más grande, alcanza los 200 metros cuadrados y permite jugar mucho más con la disposición, hasta el punto de convertir el proceso de montaje de un showcooking pretendidamente a la vista. En las paredes no es ajena una tendencia de todo lo enfocado al instagramer y al público más joven: mensajes como “home made con amor” o el rincón donde se indica el lugar de “delivery”.

A pesar de que existen muchos burritos predeterminados en la carta, todos con sugestión de lugares cinematográficos o de película americana, muchos optan por la opción de la customización. Es el Gazteka más ‘juguetón’.

Todos los públicos 

Una de las grandes motivaciones de la nueva apertura de Gazteka es hacer del establecimiento un local para todos los públicos. Y no en el sentido de que los más pequeños y los más veteranos puedan comer, sino en de la capacidad de impacto. De la nueva ubicación se beneficiará el área metropilitana, con la posibilidad de encargar a Culleredo, Perillo, O Burgo u Oleiros, entre otras muchas opciones. Además, absolutamente todos los barrios de la ciudad están ya disponibles en las opciones de ‘delivery’. 

Al lado de Gazteka está el primer Napolit de la historia, una franquicia igualmente reciente y exitosa. Allí está también su obrador desde el que distribuir a todos los hermanos de la familia. No difieren en exceso los públicos, ni tampoco en la magistral forma de manejar las redes sociales.

Y es que, si bien A Coruña ya estaba acostumbrada a la pizza napolitana y a los burritos, a veces no es solamente el qué se dice, sino también el cómo se transmite.