El paso de los años ha convertido Os Castros en un lugar de contrastes. Refleja como pocos la convivencia entre el barrio de toda la vida, con sus negocios de proximidad y casas antiguas, y la adaptación a una nueva realidad. Sin embargo, no todos sus puntos logran sobrevivir con la misma fortuna al paso del tiempo, como evidencia el inmueble situado en el número 5 de la calle del Maestro Vales Villamarín. Así, con contracción incluida, pues se trata de un homenaje en toda regla a la figura que moldeó, educó y formó a varias generaciones de vecinos que quisieron reconocer, en mayo de 1961, su labor con un regalo sin fecha de caducidad.
Tapiado de forma preventiva contra okupas, en el edificio se resiste al olvido y a la indiferencia el que quizás sea el punto más interesante del entorno: la placa en honor al histórico profesor betanceiro. No existe otra igual en toda A Coruña, lo que per se marca un elemento diferencial a lo que hay que añadirle el hecho de que su descubrimiento fue en vida y de que hay que ser un enorme docente para generar tamaña capacidad de consenso, cariño y respeto.
Muy cerca de la placa viven Carlos Novo padre e hijo. El primero es una de las muchas voces que aún quedan en el barrio para hablar con conocimiento de causa de Vales Villamarín. “Era muy recto y severo, pero sobre todo muy buen profesor”, recuerda el exalumno, testigo de cómo todo un barrio organizó una colecta para comprar una placa sin igual en todo el callejero de A Coruña. Por su parte, su hijo teme que el mismo olvido que evidencia el inmueble acabe por afectar a la conservación de esa pequeña joya. “No he visto algo así en ninguna otra calle, pero por desgracia el edificio está tapiado y estamos todos pendientes de qué se va a hacer o a construir ahí”, añade. De hecho, el propio Novo se niega a perder un elemento diferente y diferencial y está dispuesto a prácticamente cualquier cosa. “Ya lo he comentado con un amigo: antes de que se pierda nos la llevamos”, bromea. Y es que la aventura requeriría no solamente de un ejercicio de pericia extrema, sino también de fuerza, debido al más que evidente peso de la placa.
El inmueble del portal número 5 consta en realidad de dos placas, una tradicional que señala la calle Villa de Cedeira, y la diferencial del Maestro Vales Villamarín. La azul clásica que da uniformidad a casi todo el callejero supone en este caso una amenaza para quienes formaron parte de aquel homenaje del año 61. El Ayuntamiento, en cambio, hace un llamamiento a la calma. “Las placas antiguas, si no están dañadas, se conservan”, afirma. A simple vista, según los más veteranos del lugar, luce igual de imponente que siempre.
El maestro Vales Villamarín, natural de Betanzos, ejerció en Los Castros absolutamente toda su vida. Y lo hizo por elección propia. De hecho, una vez jubilado siguió su actividad docente hasta que llegara su sustituto. No quería que todo aquello que había cultivado en las aulas se perdiera en el absentismo laboral o en distracciones típicas de los niños de la calle de entonces.
El reconocimiento le llegó en vida, con el descubrimiento de la placa, el reconocimiento de autoridades y el cariño de los miles de presentes que le brindaron en vida un homenaje perpetuado por una de las placas más reconocibles de toda la ciudad.
El gran caballo de batalla de la asociación vecina Oza-Os Castros-Gaiteira es la recuperación de la memoria de los tres barrios, y es la del maestro Vales Villamarín una de esas historias sobre las que versa su proyecto. “Estamos con el proyecto de la memoria emocional del barrio. Hay un montón de historias que la gente desconoce y es algo que enriquece y beneficia a todos”, explica su presidente, Paulo Sexto.
“Empezaremos con la toponimia, queremos dar una charla y estamos buscando alguien que nos explique el por qué de cada calle”, añade. Respecto al caso concreto de la placa más especial de todo el barrio dice: “Esa placa debería mantenerse, aunque apostamos por la rehabilitación de las viviendas en todo el barrio”, finaliza el máximo representante de los residentes.