La torre antigua, sería de un solo cuerpo, en forma de prisma, una base en cuadrado, con dos puertas de acceso y una rampa de subida para el servicio del resto de las estancias, su comunicación sería por el exterior, cuando esta rampa desaparece para servir a las diferentes obras de fortificación de la ciudad, lo que entonces eran puertas, se convierten en ventanas, y las plantas altas quedan incomunicadas, al no haber escalera de acceso, en aquella época la torre tendría unos cuarenta metros de alto.
Cuando el Cardenal Hoyo, viene de visita a La Coruña en 1608, la torre no tenía la rampa de acceso. Deja constancia de que la torre es muy alta, de cuatro esquinas, siendo el capitel superior boleado y todo de una argamasa tan firme, que para sacar un trozo como una nuez, se necesita un pico muy resistente, cuenta con dos puertas y se divide en tres altos de bóveda, por la rampa subía una cabalgadura. Los romanos, no acometían este tipo de construcciones, por tanto su elevación, es posible que date de tiempo de los fenicios, lo que quizás hicieron los romanos fue alguna obra importante de reparación dedicada a sus intereses de vigilancia costera, que es lo mismo que también pensaba Verea y Aguiar.
En 1553, el Ayuntamiento de la Coruña, anuncia en una sesión plenaria, celebrada el 27 de octubre (libro de actas siete) Poniendo en conocimiento de los regidores, ordenen, nadie, toque ni lleve ninguna piedra de la obra y fortificación de la torre y se ponga remedio, para que aquella no caiga a tierra, ni falten los cimientos.
En 1849 se establece la Escuela de Fareros, y se pone al edifico como el más indicado para hacer en ella las clases
La torre seguirá su ruina en el tiempo, hasta que en el siglo XVII, se hace su primera reforma en 1685, por medio de Francisco Sandoval y Rojas, II duque de Uceda, y Capitán General de Galicia. Disponiendo se traspasen las tres bóvedas en que estaba dividida la torre.
Con la desaparición de su rampa exterior, había quedado incomunicada, estos trabajos quedan a cargo del maestro de obras, Amaro Antúnez, vecino de La Coruña, quien agujerea las cúpulas de cada una de las plantas, y coloca en su hueco una escalera de madera que llega hasta la cúpula, desde la planta baja, colocándose también en aquella, dos pequeños torreones para alumbrar a los navegantes en su Periplo marino.
Aquella obra es de corta duración, pronto, uno de los torreones deja de funcionar y el otro lo hará en 1769, cuando un rayo destruye el segundo torreón, quedando la torre a oscuras, aunque los barcos seguían pagando el derecho de linterna, disponiendo entonces, se colocasen tres medianos faroles con las mismas tres luces conque estaba dotado el que se había incendiado, proponiendo en 1772 un arreglo temporal del alumbrado de la torre. Es cuando entonces se coloca un madero en el balcón de la segunda cornisa y del mismo, se cuelga un farol, que es el que representa la torre con el alumbrado en escudo de la ciudad en el siglo XVIII.
Posteriormente se harán otros intentos de reparación o de reforma, ninguno fructifica, incluso el ingeniero Juan de la Ferriere, apuesta que el faro sea anterior a la época romana. Siendo Carlos Boysin en 1733, quien levanta los planos para la reforma de la torre, proyecto que no se llegó a hacer, andando el tiempo se haría la definitiva reforma del Faro de Hércules, en 1788, esta vendría de la mano de Eustaquio Giannini Bantallol, el cual es destinado para el cargo en el verano de dicho año. La obra se levantaría por el método de cuenta y razón, del remate de la cantería quedó encargado José de Elejalde, maestro de obras de la ciudad coruñesa.
La torre antigua sería de un solo cuerpo, en forma de prisma, una base en cuadrado, con dos puertas de acceso y una rampa
Se emplearon en aquellas obras 7.185 piedras de tres clases diferentes, 2.676 labrada, 4.296 ordinaria y 213 sin labrar ó tosca, de estas 26 fueron arrancadas del costado de la torre, para que sirviesen de base a la torre en los cimientos exteriores, a su vez se aprovecharon otras 428 piedras de la torre vieja o antigua arruinada, siendo nuevamente labradas y colocadas en la torre nueva, también se emplearon 5.417 fanegas de cal 797 carros de arena de mina, la cual salió de las playas del Matadero, San Amaro y de algún solar o solares propiedad del presbítero Juan Ignacio de Lago, así como 1.176 quintales de piedra pizarra, entre otros materiales diversos, empleados en aquella obra.
En la que se demolerían a pico rozado cien varas cúbicas de mampostería antigua de cal y canto, así como mucha parte de la roca viva en los cimientos exteriores de la torre, también se escarbaron, en dichos cimientos, 64 varas cúbicas de tierra, donde se asentarían las 26 piezas de cantería que se arrancaron del monte de la torre, y se fue rellenando la obra a medida que era levantada por los operarios que en ella trabajaban, la cual finalizó en diciembre de 1790. cuyo coste alcanzó los 544.511 reales de vellón de la época. Sufriría posteriores reformas, de modo que en 1804-1806, se instala un nuevo fanal y el pináculo cónico, señal de identidad, de la actual Torre de Hércules.
Mediante una Real Orden de 1849 se establece en España, la Escuela de Fareros, y se pone a la Torre de Hércules como la más indicada para hacer en ella las clases, publicándose en 1851 el reglamento de los estudios, recayendo la enseñanza en Agustín Antelo, que a su vez era relojero, y viene a ser el autor de la Cartilla de Instrucción. Más conocida como la “Cartilla de Antelo”, durante tres años, se formaron en esta torre unos 150 alumnos, cuyo reglamento no les permitía más que permanecer un año en los estudios, desde 1847 viene prestando servicio a los navegantes sin interrupción.
La última reforma de la torre data de 1991, dos años más tarde se crea el Parque de la Torre de Hércules, la estructura de la torre es de una planta cuadrada de 11,60 metros de lado y una altura de 58 metros, tiene tres cuerpos, siendo el primero, un cuadrado irregular, con una base de 11,70 metros y 34,60 de alto, sobre el que se asienta otro cuerpo intermedio de forma octogonal, él, ultimo cuerpo soporta una construcción cilíndrica que aloja el fanal.
El acceso a la torre se hace por medio de una escalera que se divide en tres secciones diferentes, siendo la última una escala de caracol que da acceso a la atalaya de la torre y la conforman 283 peldaños, de los que 232, son de acceso público, desde cuya cima se divisa un impresionante espectáculo de la ciudad y de la inmensidad del mar, la torre está orientada hacia el Este, por donde tiene la entrada principal, y la caseta donde se alberga la inscripción romana se haya a unos 12 metros del ángulo Suroeste de la torre.