Después de toda una vida de relatos y narrativa, Lorenza Machín (Las Palmas de Gran Canaria, 1946) se sorprendió a sí misma cuando su inspiración le sugirió poemas de amor. Nunca le había pasado: el verso salía más de dentro de lo que jamás había podido descubrir. Era el reflejo en papel de un sentimiento experimentado de manera primeriza, y que llegó de la mano de su segundo matrimonio. El primero de ellos, de cuatro décadas de duración, se había convertido en una fría rutina carente de la magia del cuento de hadas en el que vive desde que conoció Carmen, su mujer desde 2019. Ambas llega mañana al Circo de Artesanos para seguir contagiando esa alegría de vivir y de sentir, dentro de la programación de los actos Día de la Visibilidad Lésbica que organiza Les Coruña.”Al borde del ocaso, el amor tocó en mi puerta”, comenzaban aquellas primeras líneas que hoy recita de memoria y con la emoción del primer día.
Lorenza, Premio Simone de Beavuoir en 2019 y Premio Meninas 2020, se ha acostumbrado a dejar de explicar su obra para explicarse a sí misma, y sobre todo para que las Lorenzas que le escuchen se atrevan a dar el giro que ha supuesto el paso más importante de su vida. En ese camino de la felicidad y de escudriñarse a sí misma, ha sido capaz de dotar de sentimiento lo que creía una vida condena a los clichés. “Me casé antes de cumplir los 20 años con un hombre porque crecí pensando un buscando un príncipe azul: un novio serio, honrado y trabajador”, confiesa. A la pregunta de si llegó a estar enamorada en sus 40 años de vínculo responde con la pregunta que se hizo a sí misma. “Eso mismo me lo respondó cuando cumplí los 60 años”, dice. “No me di cuenta de mi propia historia hasta entonces, porque sólo me sentía bien cuando salía a la calle a reivindicar todo tipo de derechos, pero había algo dentro de mi que me faltaba”, prosigue.
Todo llegó de golpe como sexagenaria. “Cuando cumplí los 60 años vi a una muchacha, y no sé qué fue que volví cada día a esa tienda. Al cuarto día le pedí de ir a cenar, y hubo una conexión entre las dos: mi barriga empezó a revolverse, sentí algo raro en mi cabeza y el corazón me latía más fuerte. Me dije que nunca había estado enamorada de verdad, porque lo que estaba sintiendo era enamoramiento”, relata con su voz pausada y emocionada.
Lorenza firma que intentó “llenar el hueco de un hombre con otro hombre, parecía como si estuviera manca o coja, pero no es así: cualquiera puede caminar por sí mismo”. Y de eso sabe un rato una persona que aprendió a leer y escribir a través de la radio y a amar como se ama en la las novelas.