Más de tres meses han pasado desde la inauguración de la infraestructura que acogerá el tráfico ferroviario con origen o destino A Coruña hasta, previsiblemente, mediados del próximo año 2026. A lo largo de este tiempo los usuarios frecuentes no han hecho más que demandar mejoras en los diferentes aspectos que rodean a la estación de tren. Y es que, si bien es cierto que algunas de las súplicas sí se han cumplido (como el aumento de vías o la creación de un parking provisional), otros, como la reducción de las grandes colas, siguen siendo protagonistas en el caso de trenes que parten a horas punta desde la terminal.
El principal condicionante que acentúa la espera es, sin duda, el famoso control de seguridad mediante escáner. Han pasado más de treinta años desde que se establecieron en los trenes de alta velocidad y, tras la alerta nivel 4 antiterrorista –aún vigente– todavía no se ha planteado seriamente su posible adiós.
Las quejas entre los usuarios no han hecho más que incrementarse ante un sistema de seguridad del que muchos cuestionan su funcionamiento.
Fuentes expertas en el sector explican que este control mediante radioscopia a maletas y equipajes de mano no afecta a los líquidos, lo que no garantiza la total seguridad de los usuarios. Quizá por esta razón España sea el único país de Europa con este tipo de control, que, en el caso coruñés, provoca grandes retenciones y retrasos en las salidas de los trayectos diarios de media distancia más demandados, según sostienen los viajeros.
A la comodidad de los usuarios no ayuda las pequeñas dimensiones del edificio. En muchas ocasiones, los pasajeros ocupan la totalidad de la superficie disponible, lo que obliga a los usuarios a esperar a la altura de la propia puerta o, incluso, en el exterior de la infraestructura ferroviaria