La versión coruñesa y menos letal del mito del Triángulo de las Bermudas se encuentra, metafóricamente hablando, en el barrio de Los Rosales. Cada semana, como si de una suerte de rutina se tratase, al menos un vehículo se queda atrapado en la trampa letal que resulta el socavón que rodea toda la calle; una especie de canalización de hormigón en forma de cuneta que siempre ha estado ahí, pero sigue sorprendiendo puntualmente a los visitantes al barrio o algún vecino despistado.
El punto conflictivo se localiza en la subida que conecta la calle de Emilio González López con la de Simón Bolívar, ya que el resalto no permite que los conductores tengan la perspectiva completa para el giro, y en caso de tomarlo con excesiva holgura acaban en un punto de no retorno que exige la intervención de una grúa.
La cuestión ha pasado para los vecinos de Los Rosales de anécdota o curiosidad a problema, ya que cada vez es más habitual que los propios ciudadanos echen una mano para sacar los coches del socavón. Los negocios de alrededor son testigos directos y en ocasiones actores protagonistas. Varios de ellos se han puesto en contacto con la asociación vecinal para llevar a cabo una reivindicación grupal en el Ayuntamiento.
De forma individual, algún vecino ya se ha puesto en contacto y explicado la situación a los técnicos de Urbanismo. La respuesta de éstos, según fuentes indican desde el barrio, remitió a la realización de un informe para evaluar el caso. Por eso, y después de varias comunicaciones, el siguiente paso ha sido apelar a una acción colectiva.
Una testigo de la zona contabiliza al menos 40 coches atrapados en los últimos tres años, con el quebradero de cabeza que ello supone para el afectado, pero también para el barrio, debido a la congestión del tráfico en una calle de un solo sentido. “La solución pasa por poner una tabla o cerrar un poco el hueco, o incluso hacer más curva”, comenta.
El caso más curioso y descriptivo de la impotencia que genera en las víctimas sucedió hace siete meses, cuando una conductora calculó mal el ángulo de giro y vio cómo su coche se quedaba atrapado en la cuneta. En lugar de pedir ayuda, sin embargo, decidió dejar el vehículo tal y como estaba y se marchó, ante el estupor de los vecinos y el problema para la circulación.
El último incidente tuvo lugar la pasada semana, cuando una furgoneta de reparto metió la rueda en el hueco de la carretera. Finalmente, gracias a la ayuda de varios trabajadores de los negocios de alrededor, consiguió recuperar la senda sin otra asistencia. Y es que, además del contratiempo y el quebradero de cabeza, en este caso la intervención de la grúa puede acabar siendo un peligro potencial para los coches debido a la posibilidad de sufrir daños al tener que ser arrastrados.
Sin embargo, y a pesar de estar acostumbrados, no siempre hay un vecino al rescate.