Entrevista CTV
Habla de los materiales y, sobre todo, del hormigón, con la misma pasión con la que otros hablan de poesía, aunque para Deborah García Bello (A Coruña, 1984) no hay demasiada diferencia. En su caso, la ‘culpa’ la tuvo un profesor de Secundaria que hizo que quisiera dedicarse a la enseñanza primero y a la divulgación científica después. En Primaria, sus notas eran bastante normalitas hasta que, en Secundaria, se enamoró de la química. Hoy en día explica todos estos temas a través de libros, medios de comunicación y sus redes sociales, seguidas por más de 120.000 personas en Instagram y por 69.000 en X.
¿Qué es lo primero que recuerda de A Coruña?
¿Lo primero? Pienso en mi barrio, en el entorno de los Mallos y en la plaza que tenía delante de casa porque era lo que veía desde mi habitación. Pasé mucho tiempo jugando allí, con todos los chavales del barrio. Lo recuerdo con algo de nostalgia porque ahora hay una plaza preciosa pero aquella estaba hecha con pizarra, con varios niveles, y para jugar y para la imaginación era maravillosa. Y dibujábamos. Pintábamos con tiza, luego llovía, se borraba y volvíamos a empezar.
¿Dónde fue al colegio?
A las Calasancias.
¿Y qué recuerdos tiene?
Buenos. A partir de la Secundaria, sobre todo. La Primaria no me gustó nada. No sacaba buenas notas, era de progresa adecuadamente y así. Y algún suspenso en Cuarto de Primaria. En Secundaria, además, me pilló una nueva hornada de profesores jóvenes y creo que eso hizo que me gustara mucho más. Fue cuando realmente descubrí la literatura, las ciencias, la poesía...
Creí que sería de ciencias puras pero veo que también le gustaban las letras...
Muchísimo. De hecho, yo tuve un dilema cuando toca escoger qué bachillerato hacer. Esa decisión fue muy difícil. Me encantaba leer, escribir, la literatura, la filosofía y, por otro lado, acababa de descubrir las ciencias. Cuando lo decidí, fue cuando ya me superenamoré de la Química.
Se enamoró de la Química. Y hasta hoy...
Sí, sí.
No es una asignatura que despierte pasiones a todo el mundo...
Porque empiezas con la formulación, que no sabes ni lo que es. Por ahí no se puede empezar porque, cuando sabes algo de química, la formulación es algo que se entiende fácil, porque sabes de dónde salen esos números.
¿Y cómo llega a convertirse en divulgadora científica?
Cuando estudié la carrera de Química tenía claro que quería ser profesora. En realidad, el que me inspiró fue un profesor que tuve en las Calasancias, Joselu Sanz, que siempre lo menciono. Tenía esa sensibilidad para explicar la química, como si te hablara de poesía. Y yo decidí que quería saber mucho de química para contársela a los demás igual que me la estaba contando a mí este señor. Pero a los que damos ciencias nos ponen un montón de asignaturas y había una que se llamaba Ciencias para el Mundo Contemporáneo, que era un cajón de sastre. Decidí abrir un blog para colgar esos trabajos y acabó teniendo bastante repercusión.
¿Y cuándo se vuelve viral?
Hubo un artículo muy sonado en la época en la que se empezaba a cobrar por las bolsas del supermercado en 2012. Escribí sobre eso y analizaba los nuevos materiales de las bolsas, porque empezaba a haberlas biodegradables, que era algo que nos sonaba muy marciano a todos. Empezó a tener notoriedad y me llamaban para alguna charla. Lo fui compaginando con dar clase hasta que gané el premio Bitácora al mejor blog de ciencia nacional. Y una editora del grupo Planeta se puso en contacto conmigo para hacer un libro, que tuvo un premio... y así fue todo hasta que tuve que tomar la decisión.
Y optó por la divulgación.
Sí, fue todo bastante rodado. El trabajo en Radio Galega me surgió cuando presenté el libro, que fui a una entrevista.
Esto es la parte buena pero las redes sociales tienen también una parte muy negativa...
Hace poco publiqué un artículo con una retahíla de burradas que me habían dicho. Solo por el hecho de explicar las cosas, la gente ve un cariz ideológico o político.
Y, si se trata de una mujer, peor.
Sí, pero de otro tipo.
Además de Os Mallos, ¿cuáles son sus barrios?
Este es en el que más me muevo, porque sigo viviendo aquí. Me gusta ir a un bar y que me conozcan y sepan lo que tomo. Y que siga habiendo las mismas tiendas donde me compraba cosas de pequeña. Me gusta por el tipo de gente que vive aquí, por la arquitectura racionalista, que trata de eliminar todas las florituras, que el barrio sea vivible, que las alturas dejen pasar la luz... es un barrio bien pensado, desde el punto de vista arquitectónico. Pero tengo algunos barrios fetiche. Por ejemplo, el Barrio de las Flores. Me encanta.
¿Y por qué?
Por la arquitectura brutalista, que me fascina. Y me fascina el hormigón. Y el Barrio de las Flores es todo de hormigón, aunque muchos edificios están pintados, desgraciadamente. Y si se llena de verdín y envejece, eso es bonito. Y luego tiene la parte romántica de que fue socialmente un proyecto fallido. Había mucha vivienda social, en un momento de droga y delincuencia y esos pasadizos eran para cosas que no debías. Es una pena que no se hiciera con los materiales que estaba previsto pero es un proyecto estupendo, con su iglesia preciosa, su centro cívico, las casas individuales... desde cada punto tienes una foto perfecta. Y también me gusta toda la parte de Elviña.
Ni la Torre, ni la Marina, ni el Paseo Marítimo... Elviña.
Eso está bien pero es lo de todo el mundo. Elviña es un barrio superbién proyectado. Por la cantidad de vegetación, con aceras anchas, bajos comerciales altísimos... y todos los edificios son diferentes entre sí pero muy propios de la época. Es como si dijesen: “Arquitectos, haced”.
¿Qué le hace sentirse orgullosa de su ciudad?
La arquitectura. Que haya barrios que son como pequeñas aldeas. Cuando viene gente de fuera: ¿Me llevas a ver la Marina? Sí, eso también. Pero te llevo a los Mallos, a Elviña y al Barrio de las Flores. No es lo típico que sale en las guías. Y me gusta que la ciudad huela a mar, es lo que más echo de menos. Como en una época que viví en Madrid, que odié. Y no solo a mar de playa, sino a ciudad portuaria. Hay una química diferente y huele diferente por el puerto.
¿Y lo que menos le gusta?
No me gusta que las aceras sean todas diferentes, lo odio. En un mismo barrio tienes un enlosado y pasas a otro sin ningún tipo de criterio. Por ejemplo, Alcalde Marchesi es la peor peatonalización de la historia. Si tengo que dar una clase sobre lo que no hay que hacer en ciencia de materiales todo está ahí. No necesita colorinchis. Hay hormigones preciosos si los sabes escoger. Hay uno precioso, rosa, con unos motivos que aluden al mar, con la Torre... ¿Cómo no lo pusieron por toda la ciudad? Allí tienes otro distinto. Ponlos todos iguales, elige. Eso me vuelve loca (risas).
Si pudiera irse a una etapa anterior en la ciudad, a cuál iría.
No tanto por la ciudad sino por ver cómo vivieron mis padres en su juventud. Tengo una relación maravillosa con ellos y todas las anécdotas que contaban, cuando había tantos cines... me encantaría haber visto esa época.
PREGUNTAS CASCARILLEIRAS |
¿Prefiere los churros de Bonilla o los del Timón?
¿Jardines de Méndez Núñez o monte de San Pedro?
¿Calle de la Estrella o de la Barrera? Calle de la Estrella. Quizá porque es el primer nombre que aprendí como “calle por la que salir” o por la que salían mis padres de vinos.
¿Suele beber agua de Emalcsa o agua embotellada?
¿Playa de Riazor o playa del Orzán?
¿Se mueve a pie por la ciudad o va motorizada?
¿Helados tradicionales como los de la Colón o la Ibi o los sabores más modernos?
¿Y cuál es el suyo?
¿Es más de una verbena o de un concierto?
¿Carnaval o San Juan?
¿Dice más veces chorbo o neno? |