La nostalgia invade a los comerciantes y vecinos de la Sagrada Familia, un barrio lleno de locales vacíos que un día vivió de la luz de su comercio de proximidad. Hasta hace una década, este distrito tenía todo tipo de tiendas sin necesidad de desplazarse lejos de casa, una realidad diferente a la actual, ya que hay calles que no disponen de ningún establecimiento en activo.
En la Sagrada podías comprar ropa, zapatos, cortinas, prensa, alimentación e incluso celebrar los cumpleaños a lo grande en Fantasía. En la mente de los residentes del barrio todavía perduran negocios como la librería Fernández –más conocida como Pampín–, librería Queixume, bar El Pino, Eslava o la pollería Raquel, que durante décadas marcaron el día a día entre los vecinos. Otros, después de casi medio siglo abiertos, todavía resisten. El paso de los años, aunque es duro, no ha hecho que se rindan.
La confitería Asunción abrió sus puertas en el año 1971 en el número 41 de la calle Sagrada Familia. Desde su mostrador, el hijo de los primeros propietarios, José, explica que este negocio tiene su edad, por lo que conoce la zona desde pequeño. “Es un barrio obrero que en los años ochenta tenía mucha actividad comercial, pero al final pasa lo que pasa, como en todas partes”, dice, mientras hace alusión a la desaparición de zapaterías o tiendas de ropa, ahora inexistentes. A pocos metros, Conrado Freire asegura que lleva 42 años instalado en su ferretería del número 34 de Nuestra Señora de Fátima y señala como punto de inflexión el año 2010, que “fue cuando empezó a decaer todo”.
¿Pero cuál fue el motivo del deterioro de un barrio cuyo corazón eran los pequeños comerciantes? Como en todo, no hay una única razón, pero Juan Rodríguez, presidente de la Asociación de Vecinos y Comerciantes Paternidad Sagrada Familia, encuentra un posible causante: la irrupción de Vioño. El representante de la entidad conoce bien este distrito. Regenta desde hace 49 años el café Mundial 82; el café Rodríguez desde hace cincuenta años; la ferretería Comercial Coruña desde hace 22; y la cafetería del centro social desde hace seis, además de Bodega Berciana, que abrió sus puertas hace dos años.
Su vida está dedicada a la Sagrada Familia y, por ello, considera que el barrio quedó “obsoleto” con la llegada de los bloques de pisos a Vioño. “Nos devoró. Perdimos sitio para aparcar, pusieron un parque muy grande y bonito y las cafeterías son más atractivas. La gente joven prefiere grandes avenidas y todo se fue desplazando a la ronda de Outeiro”, afirma. Sin embargo, no deja pasar la oportunidad de poner en valor su querida Sagrada y ensalza la calidad del comercio de proximidad. “Somos gente de toda la vida que siempre vamos a intentar dar soluciones con mimo y cariño. Intentamos dar otras alternativas que no da el comercio grande. La ternura de nuestros establecimientos hace que las cosas funcionen con el cliente”.
Las cosas podrían cambiar con el programa municipal ‘Mover os baixos’, que creará un banco de locales en alquiler. El presidente de la Federación Unión Comercial Coruñesa (FUCC), José Luis Boado, quiere luchar por este barrio y confía en que, si bajan los precios de los arrendamientos, se genere un efecto llamada que logre resucitar la Sagrada Familia.