La demanda de asistencia social en A Coruña se aproxima a lo peor de la crisis pese a la bonanza económica

La inflación ha provocado que trabajadores que no llegan a final de mes recurran a instituciones
La demanda de asistencia social en A Coruña se aproxima a lo peor de la crisis pese a la bonanza económica
Usuarios de la Cocina Económica, en la sede de la calle Socorro | Mónica Arcay

En un momento de bonanza económica, en la que las cifras de paro se mantienen bajas, llama la atención que la necesidad de asistencia social no se haya reducido. La Cocina Económica, una institución señera en este campo en la ciudad, está a punto de publicar su memoria anual, de la que avanza que recibieron 694 nuevos demandantes de ayuda, de un total de 2.153 personas atendidas, veinte más que el año anterior. En 2011, en lo peor de la crisis económica, el número de casos nuevos nunca superó los 700.


Pablo Sánchez, trabajador social de la entidad y encargado de elaborar el estudio, señala que “la tendencia es prácticamente un calco de la del año anterior con datos parecidos tanto a nivel cuantitativo como cualitativo, pero con una vuelta de tuerca en relación con las personas atendidas”. Es decir, que la presión social se mantiene. Una de las claves es el flujo migratorio, dado que el 56% de las nuevos solicitantes de ayuda son extranjeros. 


Este colectivo llega a la ciudad no solo con escasos recursos, sino también sin una red familiar que le ayude a asentarse, de manera que cuando acaba con sus reservas, necesita ayuda, sobre todo en los primeros meses. Pero también existe un 37% de nacionales que se hallan en situaciones de pobreza o sin hogar. 
Es un perfil emergente: un trabajador que no está en paro, pero que trabaja de forma eventual o lo que ahora se conoce como fijo discontinuo, que a lo largo del año se ve obligado a acudir a la entidad. El precio de la vivienda y el de la cesta de la compra, disparados por la inflación, han crecido mucho, pero esta subida no ha ido acompañada de un aumento de los salarios: la productividad en España descansa en parte en su bajo coste salarial. 


Sánchez señala que la tasa Arope de riesgo de pobreza, que mide el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), señala que este fenómeno aumentó el año pasado en un 0,5%, llegando al 26,5%. Por otro lado, el porcentaje de población que se encontraba en situación de carencia material y social severa aumentó hasta el 9,0%, frente al 7,7% del año anterior. El ingreso medio por persona alcanzó los 14.082 euros en 2022, con un crecimiento anual del 8,3%, pero el 9,3% de la población llegó a fin de mes con “mucha dificultad”, frente al 8,7% de 2022. 


Punto de inflexión 

Sánchez señala que el estallido del covid supuso un punto de inflexión muy claro, también para la Cocina Económica. “Hubo un reseteo”, aclara. Desaparecieron las largas colas que se formaban en la sede de la calle Socorro porque la mayor parte de la comida se empezó a repartir a domicilio. “Esto permite cubrir una gran cantidad de perfiles”, explica. 


Por ejemplo, a trabajadores de bajos ingresos que simplemente no pueden cubrir sus necesidades. Pero el abanico es más amplio y también incluye a gente en el nivel más precario, que se encuentran sin hogar. El año pasado, 330 personas declararon no tener asegurado el alojamiento, el 30% de los nuevos casos. Se trata de un colectivo que tiene una alta movilidad y aunque la media de edad es de 45 años y la mayoría son hombres, cada vez hay más mujeres y más jóvenes entre ellos. 


Hay que tener en cuenta que la gente que duerme en la calle no lo hace porque no tenga trabajo, ni siquiera porque no tenga la posibilidad de acceder a una casa. Expertos consultados señalan que en muchos casos, problemas de salud mental, unidos a otros factores, como dependencias de larga duración (alcohol o drogas) así como un entorno familiar desestructurado son la causa más importante que explican por qué no están más integrados a la sociedad. En algunos casos, aunque cueste entenderlo, no quieren reintegrarse, por lo que la asistencia social, coordinada por el Semus (Servicio Municipal de Urgencias Sociales), se tiene que limitar a prestarles la ayuda que aceptan, como comida o mantas.


“Tiene derecho a vivir como ellos consideren”, señalan esas misma fuentes. En todo caso, es importante entender que la situación de sinhogarismo no está directamente relacionada con la inflación, la escasez de vivienda o cualquier otro fenómeno actual. Es, sobre todo, una cuestión personal que requiere que los servicios sociales realicen un itinerario personalizado para cada persona, si es que realmente desea salir de esa situación. 


Pero para aquellos que buscan una opción de alojamiento, cada vez es más difícil ofrecérsela. “Por primera vez no conozco ningún sitio donde alquilen una habitación donde pasar la noche”, asegura Sánchez. 

La demanda de asistencia social en A Coruña se aproxima a lo peor de la crisis pese a la bonanza económica

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