Meigas, habelas hailas. La retranca y la toponimia gallega, rica en nombres de lugares y eventos de carácter espeluznante, bien podrían haber influenciado a los habitantes de la segunda fase de Elviña, que ante las dudas sobre la nomenclatura oficial de la zona ajardinada próxima al instituto y a la avenida de San Cristóbal, frente a la zona de Ponte da Pedra, han tirado de mitología a lo largo de los años para bautizarlo como ‘parque del miedo’.
La historia de este jardín se remonta al año 1999, cuando fue inaugurado por el exalcalde Francisco Vázquez. Los medios de comunicación de la ciudad, tanto el día de su apertura como en las noticias que protagonizó a lo largo de los años, se referían a él de diversas maneras, pero nunca de una forma unificada: ‘parque de Ponte da Pedra’, ‘jardín de San Cristóbal’, ‘parque o merendero (por las mesas y bancos que había antes) de Elviña’...
El enigma se acentúa al preguntar a los propios vecinos de la zona, en algunos casos personas que llevan viviendo en el barrio desde antes de la propia creación del parque, que desconocen su nombre. En la placa que hay en la actualidad en la zona de juegos, que da un par de indicaciones a seguir en caso de emergencia como en la mayoría de parques de la ciudad, se le llama ‘área de xogos infantís de Ponte da Pedra’. Nadie, en cualquier caso, parece llamarle así, e incluso herramientas como Google Maps contribuyen al desaguisado. El parque figura en esta aplicación como ‘Unnamed Road’ (carretera sin nombre), y hay diversos comentarios señalando el curioso y extraño hecho de que no tenga nombre a pesar de que, si bien no es el parque con más uso infantil de Elviña, sí es transitado con frecuencia por los peatones al ubicarse en una intersección entre varios barrios.
El presidente de la Asociación Vecinal de Elviña, Leandro García, ‘Lalo’, asegura que tampoco conocía el nombre real. El Ayuntamiento, por su parte, arroja algo de luz al señalar que “forma parte de los denominados Jardines de Alfonso Molina”, junto al ubicado delante de la estación de autobuses en Cuatro Caminos y el que alberga el barco entrando a la ciudad en la propia avenida, al lado de Matogrande. Así, quizá la falta de una placa específica como las que sí hay en las cercanas plazas de Isaac Díaz Pardo, Casares Quiroga o Esteban Lareo ha propiciado que surgiese un sobrenombre: ‘parque del miedo’.
Son varias, y a cada cual más alocada, las teorías que los vecinos del barrio expresan sobre el posible origen de ese apodo. Algunos aluden al estigma del barrio en décadas como los 90, explicando que la prominente maleza (con los años se han talado bastantes árboles y se ha eliminado una vasta zona de setos que tenía en un lateral) y la falta de iluminación hacían que, simplemente, diese miedo pasar por allí de noche.
Otras hipótesis apuntan a relatos más sórdidos, con rumores y mitos urbanos que pasan de padres a hijos como la supuesta aparición del cadáver de una señora un día en el parque, historias de persecuciones o, incluso, el avistamiento de animales como ratas, topos o murciélagos. En este caso, no obstante, el mito podría contener una parte de realidad: Santiago Vázquez, vicepresidente del Grupo Naturalistas Hábitat, el organismo que realizó el ‘Mapa de Bioversidade’ de A Coruña en 2016, comenta que los vecinos podrían perfectamente haber visto ejemplares de estos mamíferos en el parque. Según explica, esta clase de animales son muy comunes en la periferia de la ciudad, y en los parques más céntricos también podrían encontrarse.
Incluso, al ser preguntado por la veracidad de esta historia, Vázquez comenta que en los jardines de la zona hay nidos de una ave rapaz nocturna, el cárabo, que podrían ayudar a despejar alguna incógnita. “El cárabo es muy difícil de ver, pero no de escuchar, ya que su reclamo es muy característico: suena alto y es muy tenebroso, como si fuese el sonido de una película de terror”, explica. Además, caza pequeños mamíferos como ratas o topos, añade.
La intriga está servida. Quizá ninguna de estas historias sea real. Pero lo que sí parece evidente, en cualquier caso, es que existe una gran confusión respecto al nombre de un ‘parque del miedo’, ubicado en una intersección y apartado de la avenida Pablo Picasso, la zona comercial y social más transitada de la segunda fase de Elviña, al que los vecinos todavía parecen temer.