Desde derribar murallas a recibir como a un “conciudadano” más a un rey o a provocar piquetes una vez muerto, la vida de Federico Tapia, primer alcalde republicano de A Coruña, está llena de anécdotas que merece la pena narrar. Al menos, eso debieron pensar Ana Romero y Carlos Pereira, investigadores que esta mañana, en una repleta Casa Museo Casares Quiroga, presentaron su último trabajo, ‘Federico Tapia Segade (1825-1891). Primeiro alcalde republicano da Coruña’, un ensayo sobre este polifacético regidor de la ciudad.
Ambos biógrafos estuvieron acompañados por Gonzalo Castro, concejal de Cultura, y por Guillermo Pérez Agulla, director de la Fundación Luís Tilve, la entidad que editó el libro. En el caso del edil, aseguró que Federico Tapia fue una de esas personas que “conseguiron facer desta unha cidade vangardista e ilustrada”, mientras que Pérez quiso “reivindicar os traballos historiográficos veraces”: “É un pracer dar alas a este dúo dinámico de investigadores”.
El ensayo narra, a través de la figura de Tapia, la historia de una época, la relativa a la I República y los años anteriores, convulsa y agitada pero decisiva para la historia de la ciudad, como explicaron los biógrafos en sus discursos. Tapia, elegido como concejal en las elecciones de 1871, ocupó posteriormente la alcaldía en febrero de 1872, con un paso breve pero intenso de 19 meses en el Gobierno local que dejó huella en la ciudad. Bajo su mandato la urbe se expandió hacia la zona del actual Ensanche (previo derribo de las antiguas murallas), llegó el ferrocarril, se crearon los primeros bancos y, además, se establecieron leyes pioneras como las que hicieron promoción de la música y la gimnasia en las escuelas.
Socio de una plaza de toros y activo masón, Tapia destacó por su carácter radical republicano, que le llevó a jugar un papel destacado en la política estatal de la época. Una de las historias más esclarecedoras a este respecto es la que protagonizó cuando el rey Amadeo I de Saboya visitó la ciudad. En una misiva, el monarca avisó de su llegada al Consistorio esperando un recibimiento discreto. Tapia se lo tomó al pie de la letra, e indicó a sus concejales que tratasen al rey como un “conciudadano más”: “No hace falta ir vestidos de gala”, les dijo en aquella ocasión. Otra muestra de su peculiar carácter se dio cuando envió a uno de los trabajadores del Consistorio a un congreso de jardinería de vanguardia en Viena para que aprendiese y aplicase aquí sus conocimientos.
Su republicanismo, no obstante, le causaría problemas incluso tras morir. Y es que el recorrido de su féretro por la urbe, el día de su entierro, provocó piquetes y enfrentamientos entre sus colegas políticos y la Guardia Municipal, que se negaba a dejarles pasar. Una noticia que dio la vuelta a España, y que supone solo una más de las historias que contiene el ensayo.