El sol caía a plomo en la plaza de María Pita, convertida en el escenario de la jura de bandera. La ceremonia militar había ocupado casi toda la plaza mayor, adornándola con banderas tanto en las barreras como farolas, banderas que también colgaban de los balcones de algunas de las casas. Las autoridades, en su tribuna, junto a los arcos del Ayuntamiento. El público, en las gradas (unas 750 personas), los soldados, formados. Los jurandos, dispuestos a aproximarse, aguardando a la izquierda, frente a Riego de Agua. Cuando llegó el momento, las 250 personas, todos ellos civiles, respondieron al unísono “¡Sí, lo hacemos!”, cuando se les preguntó si juraban guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, con lealtad al Rey y, si fuera preciso, entregar su vida en defensa de España.
Al ritmo de la marcha que tocaba la Unidad de Música del Cuartel general del Mando de Apoyo a la Maniobra, con base en la Capitanía, los civiles fueron marchando uno a uno, trazando un cuadrado que les hacía pasar frente a la enseña nacional. Como había que tener presente las medidas anticovid, nadie besó la tela, sino que inclinaron la cabeza ante ella para luego seguir su camino y, finalmente, regresar a su sitio. Algunos eran mayores, pero también los había jóvenes. Hombres o mujeres, muchos vestían de manera formal y otros más simple, incluso con pantalón corto. Una madre llevó a su hijo pequeño. Después se procedió a un acto en memoria de los militares caídos en acto de servicio.
De esta manera concluía el acto, encuadrado dentro del Día de las Fuerzas Armadas, y que en A Coruña se dedica a la regimiento Isabel la Católica número 29, que cumple su 150 aniversario. A ella asistieron el vicepresidente segundo de la Xunta de Galicia, Diego Calvo, la subdelegada del Gobierno, María Rivas López, y el primer teniente de la alcaldesa, Juan Ignacio Borrego.
Fue una ceremonia sencilla, pero que despertó gran emotividad tanto entre los que se disponían a jurar la bandera, como en el público asistente, que aguantó a pie firme el intenso calor que reinó durante toda la ceremonia, con el sol de mediodía sobre sus cabezas y que los soldados trataron de aliviar repartiendo botellas de agua fría entre los asistentes.
Como señaló durante su discurso el coronel Carlos Aguado, del regimiento Isabel la Católica, el compromiso que habían adquirido los jurandos “seguro que no les exigirá empuñar arma alguna, pero os demandará que defendáis a España desde la razón, la ejemplaridad, la entrega en vuestros puestos de trabajo, la solidaridad con vuestros vecinos, la educación de vuestros hijos...”.
Todos los participantes estaban encantados. José Taboada Manteiga, que prestó servicio en el regimiento Isabel la Católica en 1959, señaló que siempre ha tenido una especie de afecto hacia el Ejército y las Fuerzas Armadas y porque era un reconocimiento a nivel nacional. Es casi imposible evitar lágrimas furtivas, ha sido maravilloso”. “Soy una persona patriota que defiende su bandera”, declaraba Miguel Rivas. “Feliz, vine con mis hijas, y estamos felices todas”, aseguraba Isolina García.