En las plazas de A Coruña hay una guerra silenciosa, invisible, imperceptible para los niños y mayores que disfrutan de la sombra de los árboles: allí crían sus larvas la mosca blanca y el pulgón, diminutos insectos que beben su savia. Son un plaga, pero son cazadas y devoradas por otras larvas, las de mariquitas y crisopas (una especie de mosca) que se alimentan de la savia del árbol y excretan una pegajosa melaza en el suelo.

Es así como el ayuntamiento lucha contra estas infestaciones. En los últimos años se han ido abandonando los insecticidas químicos en favor de una ingeniería biológica que consiste en introducir al depredador de cada especie invasora en el hábitat y dejar que las cosas sigan su curso habitual. Hay que pensar que, cuando se trata de la naturaleza, dejar que las cosas sigan su curso implica colmillos y garras aunque midan menos de un centímetro. “Es la lucha biológica”, explica el técnico, Juan Carlos Pérez

En los insectos de metamorfosis complicada, es decir, que salen del huevo como larvas para luego transformarse al llegar a la edad adulta, es en su primera etapa cuanto más cazadora se muestra para reunir la energía que necesita para su transformación. A partir de entonces, piensan más en cazar que en reproducirse.

Las larvas son transportadas en frascos, mezcladas con restos de semillas, y vierten el contenido en pequeñas cajas de cartón que cuelgan de las ramas de los árboles. “Anteriormente a esto, en la ciudad prácticamente no se veía ni mariquitas ni crisopas”, señala. Ahora, en algunos lugares, como el Campo de Marte o Cuatro Caminos, la mariquita ya casi e ha naturalizado.

Renovación

Con las normativas cada vez más restrictivas para el uso de químicos para combatir plagas, en A Coruña se optó desde hace tiempo por otros métodos igual de efectos o más y a veces, más económicos. De esta manera, se elimina la amenaza sin dejar productos químicos en el medio ambiente que acaban contaminándolo.

Uno de los problemas que afectan a la vegetación en los jardines públicos es la presencia del pulgón, del que la mariquita es su principal depredador. Por ese motivo, cada año se hacen sueltas de mariquitas, pero también de crisopas, para combatirlos.

El pulgón afecta sobre todo a tilos, como los de la calle de A Castiñeira de Arriba, y acebos, pero también a los rosales. 

Se sueltan unas 30 cajas (200 larvas cada una) en cada uno de los tres lotes de jardines en los que se divide la ciudad, en total, unas 18.000 larvas al año. El proceso se lleva a cabo en primavera e inicios del verano, además de que también se sueltan en la primavera. Ayer mismo se acababa el proceso, que comenzó hace quince días.

En unas semanas, las voraces larvas serán sustituidas por mariquitas con sus característicos caparazones rojos con motas negras, que tanto gustan al público.  Es posible que las crisopas, menos coloridas, no sean tan apreciadas, pero también ellas habrán cumplido su cometido.