El compromiso adquirido por los okupas del Club Financiero de poner fin a dos años de estadía irregular se ha cumplido, al menos en la mayor parte de los casos. Así lo han podido comprobar los vecinos del Barrio de las Flores, que a última hora de la noche volvieron a presentarse en el inmueble. A falta de un solo caso, al menos cuatro de los irregulares inquilinos ya habían abandonado el edificio a lo largo del fin de semana. 

Los okupas mantuvieron una conversación con miembros de la Asociación Veciñal do Barrio das Flores el pasado miércoles, después de una concentración de más de 200 personas a las puertas del Club Financiero. Sin embargo, los residentes en la zona decidieron pasar de la reivindicación a la acción e ir puerta por puerta, literalmente, expulsando a los okupas. Los consiguieron en las casas situadas en la calle de las Rosas y en la de los Tulipanes, pero los ‘residentes’ del Club Financiero pidieron de plazo hasta la noche de ayer. Según pudieron comprobar los vecinos, cuatro de ellos cumplieron su compromiso y falta por resolverse el caso de otro más.  
 

El proceso de expulsión se ha producido de un método semejante en los tres casos: un grupo de vecinos accede al inmueble sin previo aviso y mantiene una conversación más o menos formal con los okupas, que finalmente y ante el tono de los residentes del Barrio de las Flores deciden dar su brazo a torcer y marcharse. Eso sí, uno de ellos requirió la presencia de la Policía Nacional al sentirse violentado por las formas de los vecinos. Los agentes únicamente hicieron una llamada a la calma entre ambas partes. 
 

La okupación se ha convertido prácticamente en una obsesión y la mayor inquietud de buena parte de los habitantes del Barrio de las Flores. Además, el comercio y principalmente la hostelería han denunciado robos y actos vandálicos que relacionan con el modo de vida y las necesidades de los okupas. De hecho, la concentración del pasado miércoles, y que ha marcado un antes y un después en la forma de actuar de los vecinos, se convocó a consecuencia del hartazgo de una hostelera.