El Morriña Fest dio en su primer día exactamente lo que había prometido: una experiencia metamusical para los miles de espectadores, fans, festivaleros o cualquiera de las etiquetas aplicables al heterogéneo público que se dio cita en Riazor.
Y es que, como sucede en los Wembley o Slane Castle, la sede se dibujó incluso más protagonista que los protagonistas durante la promoción. Fue lo que movió a buena parte de los coruñeses a unirse a una fiesta políglota y con procedencia variopinta. Buena parte de los presentes no habían nacido cuando Robert Plant o Neil Young sentaron cátedra sobre el mismo césped. Muchas cosas cambiaron en 29 años, pero no el sentimiento de estar viviendo algo especial. Eso sí, pocos o casi ninguno eran debutantes en un gran festival. De hecho, los ‘tokens’ –una suerte de criptomoneda con la que se paga en los festivales y que se corresponde a tres euros por unidad– muchos ya los habían usado hace solo un mes en Son do Camiño. Misma organización, público y espíritu.
Los primeros acordes no sonaron hasta pasadas las 17.30 horas, pero la zona de Riazor se convirtió desde la hora de comer en la zona 0. A pesar de tratarse de un acto musical, las camisetas referentes a grupos o el fenómeno fan fue claramente minoritario. Las bandas favoritas son buen rollo y camaradería. Eso favoreció la estoica espera en la cola de las cuatro de la tarde.
Hija adoptiva de A Coruña en lo musical, Vega saltó al escenario con Xosé Manuel Budiño para interpretar ‘Mirlo blanco’, que además da nombre a su último disco. Lo hizo con muchos aún ubicándose. No faltó su homenaje ‘Santa Cristina’, con el arenal oleirense como inspiración.
Es la música urbana la tendencia innegable de los festivales veraniegos, y Funzo & Baby Loud lo tiene todo para ser a corto plazo una banda fetiche y apuesta segura en plazas semejantes: buenrollismo, conexión generacional y un sonido que va más allá de reggaeton o el trap. Convirtieron de Riazor una fiesta gamberra, en la línea de sus himnos ‘Joven para siempre’ e ‘Inmortal’.
Viva Suecia le puso, a las 20.20 horas, los acordes, la distorsión y el sabor a rock de festival de toda la vida. En una hora escasa, comprimieron su energía para que nadie dejase de saltar y tocaron ‘Lo que te mereces’ o ‘A dónde ir’, casi himnos tras seis visitas.
Eran las 21.31 horas y empezó a sonar ‘La niña de la escuela’, con la que se presentó Lola Índigo. Riazor casi se viene abajo y se queda afónico. La madrileña, enfundada en cuero, se metió al público en el bolsillo con unas tablas impropias de su corta trayectoria. “El año pasado fuisteis la gente que más ruido hizo de toda la gira”, confesó al respetable.
El amarillo de la bandera y la camiseta de la selección colombiana tiñeron el foso para dar la bienvenida a Maluma. El antioqueño no necesitó ni cantar para que 'Hawai' arrancase una suerte de histeria colectiva que se quedó durante algo más de una hora. Fue el clímax de una noche que tuvo el fin de fiesta más animado con temas como ‘Love natural’, ‘Plage’ o ‘L.A. Calling’, de Crystal Fighters.