Tras cinco años de proceso creativo, este mes de marzo vio la luz ‘Teoremas del silencio’ (Hércules de Ediciones), de la escritora canaria Natacha G. Mendoza, que ayer visitó A Coruña para presentar su nueva obra.
Una conexión, la de la autora de las islas y este rincón de la península que nació gracias a Antonio Seijas y el proyecto de ‘Saudade’, una conjunción de 22 cuadros de Seijas y 22 relatos de Mendoza, que abrió le abrió la puerta de la editorial coruñesa.
“Antes escribía relatos más cortos y este es mi primer libro con relatos más largos”, apunta la autora, que añade que “ha nacido de la inspiración, no tengo nada planeado, todo nace de la inspiración, por eso me considero más artistas que escritora”.
Mendoza explica que en sus primeras obras, como ‘Los bares del diablo’, “escribía en una especie de tensión muy grande, necesitaba que se presentase el final lo antes posible”. Pero ella es una escritora a la que le gusta “la economía de las palabras, siempre me he sentido más atraída por el relato que por la novela”. “Creo que hay autores que te pueden reflejar en media página, o en tres páginas, una historia inmensa con pocas palabras, algo muy efectivo, detalla.
Además de para abordar multitud de temas y sentimientos, los relatos también le permiten jugar con la metaliteratura o metaficción, algo de lo que hace gala en ‘Planetas’. “En este caso, intervine yo, no el narrador”, apunta, antes de añadir que ha disfrutado entrando de lleno en ese relato afectando a los personajes, “aunque algunas consecuencias eran graves”, reconoce entre risas. “Al final sentí que la misma historia se vengó de mí”, afirma sobre el final del relato. “A los lectores les está gustando, se sienten manejados por mí, me reconocen a mí, no a un narrador ficticio”.
El feedback, por el momento, están siendo buenas. “Me sorprende, porque soy una persona muy insegura, si por mi fuera, no existiría nada de lo que escribo, porque lo borraría... siempre he sido así, soy un desastre, estoy llena de inseguridades”, desvela, pero apunta que “ahora llevo una época de más tranquilidad, disfruto más de cómo viene el proceso creativo”.
Los relatos también le sirven para ir mostrando algunas de sus referencias literarias. A lo largo de las historias se suceden menciones a Pizarnik, a Rilke o a Borges, entre otros.
Pero Mendoza tiene claro que por encima de todos ellos está Cortázar. “Cortázar, para mí, es mi debilidad absoluta, es el primer autor que me hizo entender el valor de la literatura y de la lectura, que me hizo comprender que leer dejaba de ser ese verbo para convertirse en el verbo vivir, osea vivir la historia desde dentro. Esa experiencia la viví con Cortázar por primera vez”, cuenta. “Tú puedes leer a Cortázar y que no te transmita absolutamente nada, es algo íntimo, yo tuve esa intimidad en la lectura de Cortázar, y la sigo teniendo”.
Le ocurre algo parecido con Borges. “También tiene esa voz narrativa, esa inteligencia... no sé explicarlo, es algo que supera totalmente la realidad y se va a unos límites del universo que te deja con la boca abierta”, asegura Mendoza.