La llegada de un nuevo inquilino a la zona de la Ciudad Vieja ha despertado, literalmente, antiguas reivindicaciones entre los residentes. Y es que, después de dos años de ‘tregua’, la asociación vecinal vuelve a preguntarse no por quién, sino por qué doblan las campanas de madrugada. Esa es la cuestión que les ha remitido un recién llegado a la plaza de María Pita, para quien el reloj del Palacio Municipal se ha convertido en el principal enemigo de su descanso.
Ni siquiera la Asociación Vecinal de la Ciudad Vieja incluía el paso de las horas y el repicar de las campanas entre una lista de prioridades en la que el control del tráfico rodado o las terrazas marcaban la agenda. Sin embargo, ha sido alzar la voz el nuevo vecino y desempolvar una reivindicación que se remonta a antes de la pandemia. “Un vecino que se acaba de mudar a la plaza de María Pita nos trasladó su malestar y, aunque en un principio no le habíamos dado mucha importancia, sí que insistió en que no es capaz de dormir”, afirma Leonardo Méndez, presidente de la agrupación encargada de defender los intereses de los residentes. “Esas campanas suenan las 24 horas del día, y por lo tanto siempre ha habido quejas de los vecinos, es un problema que viene de largo y que vamos a tratar en profundidad en próximas reuniones”, añade el dirigente vecinal.
Que el conflicto entre el descanso vecinal y la actividad del campanario de María Pita no es nuevo lo demuestra el hecho de que los residentes rápidamente han identificado una posible solución al problema: un técnico acústico que se ha encargado de tratar una problemática semejante en Sevilla, donde la incidencia de las campanas había cobrado una dimensión tal que, en 2014, el Ayuntamiento llegó a prohibir que las iglesias marcasen la hora con el método tradicional. “Nos informamos y descubrimos que un técnico en Sevilla había detectado y atenuado el problema, así que la solución puede venir por ahí”, subraya Méndez.
El próximo mes de marzo se cumplirán tres años de la reactivación del reloj de María Pita, después de haber estado silenciado varios meses por cuestiones de mantenimiento durante la pandemia. Fue entonces cuando, ante las crecientes quejas y las posturas enfrentadas entre quienes lo defienden como un reclamo turísticos y los que dicen que éste les quita el sueño, el Ayuntamiento decidió llevar a cabo una medición decibelios. No volvió a ser objeto de debate hasta la llegada del nuevo vecino, quien hizo saltar la ‘campanada’.