Demasiado a menudo, los coruñeses se enteran de que un vecino de la ciudad se ha precipitado desde lo alto de un edificio cuando la Policía acordona la zona, que se llena de ambulancias. Otras veces, no salta a la opinión pública, puesto que el suicidio ha tenido lugar en un entorno privado. Pero ocurre a menudo: desde su apertura, en mayor de 2021, la Unidad de Prevención de Suicidios ha actuado en 190 casos.
Según los datos del Instituto de Medicina Legal (Imelga) de Galicia, la Subdirección de A Coruña registró 70 suicidios el año pasado, lo que lo sitúa por delante del resto de las demás ciudades gallegas y sus entornos. Santiago, por ejemplo, registró 64, y Vigo 56, Lugo 52, Pontevedra 36, Ourense 31 y Ferrol, 21: 311 en total. Hay que tener en cuenta la población, por supuesto pero, aún así, la tasa de A Coruña es superior a la otras área más poblada de Galicia, la de Vigo. A nivel provincial, Lugo encabeza la estadística.
“Es un desastre en general en toda Galicia”, se lamenta Mercedes Fernández, psicóloga clínica de la Unidad de Prevención de Suicidios que defiende la labor que realizan ella y sus dos compañeras (una psiquiatra y una enfermera): “Trabajamos mucho y bien, pero el problema tiene que trascender para que se adopten medidas sociales” .
La mayor parte de los pacientes que atienden en la unidad son hombres de mediana edad, un segmento de población en el que se ceban los suicidios. Fernández señala que hay varios factores que pueden explicarlo: por ejemplo, los problemas económicos, que impiden cumplir con su tradicional papel de proveedor, además del aislamiento social, que también sufren más los hombres, sin contar con los problemas médicos. También son los que escogen los métodos más efectivos para acabar con su vida, lo que explica la estadística.
En 2020 el confinamiento no trajo consigo un aumento de suicidios, pero estos se han incrementado en 2021 y se espera que la tendencia continúe en 2022. “Quizá lo que ocurre es que la gente estaba más acompañada. Lo que pasa es que ahora la gente ha vuelto a su vida normal y encara una situación de incertidumbre”, señala la psicóloga. A la Unidad llegan pacientes redirigidos desde Urgencias o desde otro servicio, como los médicos de familia., y hacen un seguimiento cercano durante seis meses y luego se deriva cuando disminuye el riesgo. Muchos consiguen superar el bache. “Tenemos un teléfono de emergencias por las mañanas, que ellos agradecen mucho, pero el problema es si no llega a nosotros”, comenta.
Es importante que la persona en cuestión exprese sus sentimientos, sus problemas. “Si alguien cercano ve lo que le está ocurriendo, es importante que le escuche, sin quitarle importancia a lo que le cuenta”, aconseja la psicóloga. Y si la situación no es puntual, lo apropiado es acudir al médico de familia.
Por este servicio, sin embargo, no pasan las víctimas más jóvenes. “Atendemos a partir de los 16 años, pero pronto abrirá un centro juvenil en el Hospital”, aclara Fernández. Pero siempre está la cuestión de si hay medios. Rosa Cerqueiro, portavoz del Movimiento Galego de Saúde Mental, recordó que su plataforma realizó una campaña en 2016 para que se elaborase un plan comunitario.
“Denunciamos que un plan sin unha inversión económica, sin un orzamento, non iba a ser eficaz, só podía ser nuha declaración de intencións.-criticó Cerqueiro–. Durante moito tempo non había un orzamento, apareceu co Plan Galego de Saúde mental”. Pero, como dice Fernández: “Ahora vuelves a casa y sabes que te van a llamar enseguida”.