El viaje que iniciaron el miércoles ocho bomberos y cuatro policías locales de A Coruña vivió en la tarde de ayer uno de sus momentos más emotivos. Después de más de dos días en los que prácticamente no se bajaron de las furgonetas, al margen de alguna parada para comer y repostar, ayer pudieron cumplir el principal objetivo de su desplazamiento.
Por un lado, descargar el material humanitario que transportaban en territorio polaco, y recoger a una treintena de refugiados de la guerra de Ucrania para traerlos hasta A Coruña, en donde, gracias a la solidaridad de las familias que los acogerán, podrán empezar una nueva vida lejos de las bombas. A las 16.15 de la tarde, todos estaban ya a bordo y se iniciaba el viaje de vuelta. La mayoría del grupo lo forman principalmente mujeres jóvenes, aunque también hay varios niños y un bebé.
“Somos conscientes de que el viaje de ida ha sido muy rápido para la distancia que es, porque íbamos solos y queríamos llegar cuanto antes. Sin embargo, ahora la cosa cambia. Haremos más paradas porque los niños lo necesitan, y además, intentaremos que puedan comer mejor y con calma, porque nosotros parábamos lo menos posible”, explica Suso Vidal, cabo de bomberos de A Coruña.
“Ha sido un momento muy emotivo el que hemos vivido cuando los hemos conocido. Ellos estaban muy emocionados también. Es una sensación increíble”, afirma Manuel Aceña, miembro de la Asociación Profesional de la Policía Local de A Coruña y miembro de la expedición.
Las personas que ahora viajan hacia territorio gallego proceden de la ciudad ucraniana de Truskavets, lugar del tuvieron que huir cuando comenzó el conflicto bélico originado por la invasión rusa. “Son personas que vienen de dejar atrás, además de sus hogares y su forma de vida habitual, a sus seres queridos: maridos, padres, personas mayores que no se podían desplazar… Es una situación muy dura la que les ha tocado vivir”, explica Vidal.
Pese a todo, el cabo de bomberos coruñés asegura que, dentro de su situación, todos se encontraban muy enteros y relativamente animados. “Nos han dado una verdadera lección de vida. Es impresionante y admirable su actitud”, afirma.
Uno de los problemas que pueden surgir durante el viaje de vuelta viene dado por la barrera del idioma. Pero, según Vidal, eso no está suponiendo una dificultad excesiva. “Nos entendemos, que es lo importante. Además, tenemos un compañero que habla su idioma, lo cual facilita mucho las cosas.
Además, alguno de ellos habla algo de inglés, y nosotros nos vamos defendiendo. Y una de las chicas del grupo se maneja bien en castellano, por lo que la situación está controlada”, asegura.
Ahora, quedan por delante horas de carretera para poder llegar a la ciudad herculina y seguir adelante en A Coruña.