La subida imparable de los precios de la vivienda tiene también algún aspecto positivo, porque convierten en rentable la rehabilitación de viejos edificios que llevaban años en estado de abandono. Estos inmuebles habían sido habitados por okupas, que habitualmente generaban problemas por el menudeo de drogas y las peleas. El caso más reciente es el número de la 41 de la avenida de Oza, donde han comenzado las obras de rehabilitación de un inmueble que durante mucho tiempo había sido un foco de problemas en la zona.
Las obras incluyen no solo la rehabilitación, sino también la instalación de un ascensor y la reforma de la fachada. De momento, se han empezado a tirar tabiques y a realizar otros trabajos preliminares. Las vallas también cubren el antiguo restaurante Casa Saqués, que lleva tiempo cerrado, y han despertado la curiosidad entre los vecinos, dado que es el primer movimiento que perciben en el inmueble desde que lo abandonaron los okupas, en julio. También residía allí una inquilina legal, pero tuvo que abandonarlo igualmente.
Durante más de un año se había convertido en un foco de inseguridad para los vecinos de la zona
La propiedad instaló una puerta blindada para prevenir futuros allanamientos y en agosto se procedió a la limpieza de toda la basura que se había acumulado. Pero no fue hasta finales de septiembre que la constructora consiguió la licencia para llevar a cabo las obras. Un año después, estas parecen haber comenzado a cargo de Brumara Projects. Ahora dará nueva vida a un edificio de cinco plantas que se construyó en 1960 y que en los últimos tiempos había dado muchos disgustos a los vecinos.
Los problemas vinieron no solo por las peleas entre jóvenes okupas, muchos de ellos en situación irregular, sino también por un incendio que afectó a la estructura, un fuego de origen eléctrico que dejó fuera de uso una planta entera. Todavía queda mucho por delante para que esté lista para habitar, pero esta actividad es una garantía para los vecinos de que no habrá más okupaciones.
De hecho, en los últimos meses los problemas relacionados con la okupación de viejos inmuebles parecen haber disminuido en A Coruña. Los edificios abandonados se habían convertido en los últimos años en el epicentro de numerosa actividad criminal. No solo en Oza, sino también en Os Mallos o la Sagrada Familia, sin que las autoridades hayan podido hacer gran cosa para impedirlo, puesto que los legítimos propietarios en muchos casos se desentendían de ellos.
En los últimos meses se ha puesto fin a casos tan problemáticas como el del 120 de la ronda de Nelle, donde se habían juntado docenas de personas hasta formar una auténtica comunidad okupa. No siempre bien avenida, es cierto: la Policía Nacional tiene fuertes sospechas de que el incendio que obligó a evacuar el inmueble y permitió tapiarlo en junio había sido intencionado, un episodio más de una serie de ataques entre pandillas.
De momento, ese edificio sigue tapiado, pero hay otros que han vuelto a la vida, se han rehabilitado o acabado de construir, en el caso de los esqueletos. El centro, sobre todo la zona del Orzán, es un ejemplo de ello: incluso las ruinas tienen un precio alto en el actual mercado.