Reportaje | Celtas y fenicios en A Coruña

Dada la riqueza de las aguas y los campos a los descendientes de la tribu Gael Corny le suponía un sustento obtener frutas y pescados, según afirma el historiador Enrique Vedía
Reportaje | Celtas y fenicios en A Coruña

A Coruña, tiene su historia y se pierde en la noche de los tiempos. Conocida en los documentos antiguos por diversos nombres: Corny, Portus Magnus Adrobicum, Faro, Crunia, Crunna, Corunatum, Curunia, Corunia, Corunna, Curunna, Qruña, la Coruña, La Coruña y A Coruña. Situada a las orillas de un golfo tranquilo, llamado Ártabro, una comarca, que estaba poblada por gentes poderosas, disponiendo de una bahía habilitada como puerto y refugio de los barcos.


Los descendientes célticos de la tribu Gael Corny, voz de cuya pronunciación sería “Corum”, que en idioma céltico significa “lengua de tierra”, aprovechan la situación de la costa, interesándose más en ese lugar de asentamiento y no en zonas del interior, para desde este lugar extenderse a otros puntos. Dada la riqueza de sus aguas y campos, les suponía obtener pescados y frutos para el sustento, al medio en que debían morar. Puede interpretarse que el nombre de Coruña proceda de la propia Columna de Hércules, más tarde llamado Faro, llevando el lenguaje a un estado popular, de pasar durante generaciones a ser Cluna ó Crunna, luego en el idioma gallego Cruña y en Castellano Coruña, así lo indica el historiador Enrique Vedía.
Siguiendo los cauces de los ríos, fueron poblando las tierras altas, más seguras para sobrevivir, quedando al resguardo de las fieras depredadoras en las llanuras. Construyen sus cabañas de forma circular con un espeso ramaje como cubierta, en su interior viven mujeres, niños y ancianos, con sus respectivos ganados; los hombres estarían obligados a hacerlo en el exterior para mantener la cabaña defendida en caso de ataque, por animales salvajes o por otras tribus en la disputa del terreno. Eran gentes belicosas. Cuando alguien moría, su cuerpo se incineraba en las Mámoas, lugar sagrado levantado a este fin, donde depositaban sus cenizas. Venía a ser el acto tribal más relevante de los celtas. Alrededor depositaban ramas secas, a las que se prendía fuego para encender la pira funeraria. Al constituirse la nación Celta en Galicia sus costumbres varían. En lugar de incinerar a los muertos se pasa a enterrarlos bajo su bóveda.
La tribu del Rey Brigo fue quizás la primera en asentarse en esta lengua de tierra, pero no se puede afirmar con certeza. Pero nada debemos objetar a cómo se desarrolla una de las tribus instaladas en la península coruñesa hasta llegar a la descendencia de los ártabros, considerados como herederos de uno de sus hijos, el cual se llamó Artai o Artei. La plaza fuerte se situaba en Brigantium (Betanzos) Quizás en memoria de su fundador, el caudillo Breogán, a quien se le atribuye haber levantado la primera torre de este burgo céltico. Sus habitantes en la Antigüedad tenían fama de excelentes guerreros, realizaban expediciones para mantener a sus enemigos alejados de sus límites territoriales.


De su grandeza y antigua importancia comercial dan testimonio los recuerdos de las poblaciones lacustres que se levantaron a las orillas del propio golfo, como eran las denominadas del “Orzán”, “Monelos” o “El Burgo”. Estas plazas eran emporios del antiguo comercio semita; a sus orillas arriban las naves fenicias y cargan el estaño, plata y oro de las arenas acuíferas arrastradas en su caudal por los ríos Sil y Miño, que después de recogidos se almacenan en tres depósitos especiales levantados al efecto. Hasta la ciudad coruñesa llegan en busca de tan preciado cargamento las primitivas gentes lacustres, que colaboran con estos navegantes y fundan el Burgo de los Ártabros. 


Sin un comercio tan intenso mantenido por los fenicios con aquellos, no hubiera sido posible esta fundación. Aparte de ser buenos navegantes, eran excelentes comerciantes; repararon el faro de la tribu de Breogán, hecho tiempo atrás, al que con el paso del tiempo se le llegará a conocer como Faro o Torre de Hércules, monumento que tiene una historia propia, acaso leyenda o mitología, promovida por las mismas gentes fenicias. Brigantium y A Coruña florecen a la sombra de este pueblo semita, y una cultura tan desarrollada no puede permanecer impasible sin tener una vigilancia costera desde tierra que asegure su comercio. 


Se asentaron en estos lugares con sus factorías a buen recaudo de sus posibles enemigos como hacían aquellos inteligentes fenicios, envolviendo en un halo de misterio todas sus expediciones, sin que nadie desde su partida supiera su destino.


Sus compromisos comerciales son sellados amistosamente con los jefes de las tribus brigantinas, de los que uno de más importantes sería el Caudillo Bren, estableciendo en la misma su operativo naval desde el que parten los barcos a comerciar por el Cantábrico con otras tribus, los cuales retornan de nuevo a su base con los intercambios realizados y, desde el puerto de “Corun” en Brigantium, partir hacia Fenicia. Según estos navegantes, los Tartesios, en el siglo VII, A.C. dividían la Península Ibérica en: Oestrimnios en el noroeste peninsular, Ophioussos y Saefes al oeste, Cinefes al suroeste, Tartesios al sur, Célticos al centro, Ineros al este y Dragonios en el norte, como los más destacados. 

 

HISTORIADOR 2
 


 

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