La cada vez más recurrente tendencia a reunirse en torno a las diferentes industrias del entretenimiento oriental hace que eventos como la Japan Weekend arrojen luz sobre una realidad que abandona etiquetas de minoritario o exótico para reivindicar un fenómeno global que se ha ido asentando en la ciudad de manera silenciosa y creciente desde hace décadas.
Resulta complicado definir el evento de ExpoCoruña de forma ajustada y concreta. Podría decirse que es una reunión para poner en común gustos, sacar de dentro fantasías y hacer que por unas horas las historias salten del papel o la pantalla al recinto ferial. El examen visual y reconocimiento de personajes que desfilan en la celebración cosplay exige un nivel medio como mínimo. No faltan los tansversales e intergeneracionales Goku, Ranma o Luffy, además de Mario, Luigi o Wario. Conviven con otros cuya identificación exige una especialización o nivel avanzado y ya el mero reconocimiento genera una complicidad entre aquellos que cruzan sus caminos. El ceremonial no dista demasiado de un festival o macroconcierto: camisetas y merchandising de la serie o el personaje de turno y, ya a media tarde, pandillas enteras tiradas en el suelo descansando de una intensa jornada.
Porque Japan Weekend es también el lugar donde dejar a la puerta lo que uno es los 365 días del año para hacer realidad el mundo del que desea formar parte por unas horas. Desde los nacidos en la década de los 70 a los más jóvenes tienen su lugar en la feria: de Atari a realidad virtual. Pero como en todo universo de culto y en el imperio de la diversión, a final de cuentas, el tráfico se hace más denso en la zona de merchandising. Las clases de japonés, talleres o concursos, al final, no se quedan con uno.